viernes, 6 de abril de 2007

Días de penitencia


Este año, por primera vez, me he quedado en Madrid en Semana Santa. La gira por las Américas me ha dejado un déficit de sofá importante y he preferido quedarme aquí, aunque en principio toda mi agenda huía del foro.

Ayer, Jueves Santo, día de recogimiento y resaca, cuando me estaba ajustando los tacones para poner rumbo a un botellón de penitencia … 2006 volvió a mí a través del móvil. El titiritero alehop, de feria en feria, me invitaba a ver su espectáculo en Madrid. Un auto sacramental “naif y moderno”, protagonizado por un Cristo de madera articulado, que, así a priori, sonaba duro. Tan duro que ni la fuerza de la amistad había conseguido que La Negra o Pepa la Loba me acompañaran a verlo (“Api, ¿sabes contar? Pues no cuentes conmigo”, me habían dicho primero una y luego otra). Así que me fui sola. La obra sólo está en el teatro La Abadía hasta el domingo, pero se va a poder ver en Alcalá de Henares, en el Festival de Almagro, y en algunos otros que ahora no recuerdo. Y merece la pena. Sobre todo por el trabajo de los manipuladores del Cristo –algo de lo que puedo dar ffffe- y por la interpretación de la protagonista, Elvira Cuadrupani.

Cuando acabó –al final el Cristo resucita, nada de teatro experimental- me metí en el papel de groupie para esperar a que salieran los artistas y felicitar. Y después de unos muy merecidos aplausos, piropos a dos bandas, fuertes abrazos, besos y reconocimientos, el tamborilero se calzó el traje de director y me ofreció un papel principal en su orquesta de ultramar. Y yo, que este verano había decidido quitarme de moscos y alimañas, ví ante mi la tentación hecha carne. Así que antes de acabar negando tres veces, cogí a León y corrimos hacia el extrarradio, por esos túneles tan Blade Runner que nos ha hecho Gallardón. Y allí estuve quemando La Madrugá, sin capirote, pero rodeada de una estupenda hermandad, hasta hace bien poco desconocida, de esas integradas por amigos del barrio de toda la vida, que al poco de conocerte te invitan a sus fiestas como si fueras uno más, que se preocupan de que estés bien, de que estés contenta, de que no tengas nunca el vaso vacío… y hacen que la noche se convierta en uno de esos momentos en que piensas que eso sí, y no lo de la Resurrección, es el auténtico milagro.

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