lunes, 25 de mayo de 2009

He dicho que ¡no!

Acabo de colgar a la segunda llamada de la tarde intentando convencerme de que lo que yo más quiero de este mundo es ponerme en forma. La sta. Angélica no daba crédito a sus oídos cuando le he dicho que su compañera, la sta. Sandra, me había llamado hacía menos de una hora para ofrecerme lo mismo. Indrédula, me ha repetido: “pero del gimnasio X para hablarle de la superoferta que estamos ofreciendo por sólo 13,50 €...?”. Ahí la he cortado con un seco: “sí, esa”. Y a continuación me ha dicho que no me preocupara... ¿qué no me preocupe yo? ¿por qué? ¿por decirles que no? El personal teleoperata en general está perdiendo el norte....

La tal Sandra ya llamó el jueves contándome exactamente lo mismo, pero cambió la frase final... Ella no me dijo que no me preocupara, ella me dijo que no podía entender cómo no quería estar en forma. Pues mira bonita, porque no. Porque aunque a ella le cueste creerlo, a mi que me afeen la conducta por no dar culto a mi cuerpo, me la pela. Tengo dos hermanos mayores afeándomela sólo con mirarlos desde que nací y estoy súper curtida. A los 35 nadie me va a convencer de machacarme en un gimnasio por la oferta del mes, si acaso lo haré porque me ahogo subiendo las escaleras, pero porque me salga barato no.

En cualquier caso, el problema no es el gimnasio. El verdadero problema son los y las teleoperadores/as que en el mundo son. A mi un sábado por la tarde una tipa de Ya.com me llamó tonta (literalmente) por no querer ahorrarme la mitad de mi factura de ADSL. “¿Me está usted diciendo que es tan tonta que no quiere pagar la mitad?” , dijo ella, “sí”, dije yo. Con todo lo peor no fue que me insultara, lo que de verdad me molestó fue que me jodiera la siesta.

Y digo yo... ¿cuándo digo “NO”, qué parte de la palabra no entenderán? Sí, sí, ya sé... a ellas les pagan para eso, pero a mi nadie me da un subsidio por aguantarlas, y que te llamen del mismo sitio en menos de 60 minutos hablando a toda velocidad – un día se me ahogan en directo – es insufrible, os lo juro.

Telefónica debería inventar algún servicio donde te pudieras apuntar para que nadie te llamara para insultarte por ser una gorda convencida que está encantada de pagar un facturón por su ADSL. Por sugerir...

Lost in election

Tengo entre manos la elección de los diez mejores hoteles del mundo, los haya o no los haya catado. Os agradecería enormemente que me dijerais los que, en vuestra opinión, son los mejores establecimientos, ya sea porque los habéis disfrutado o simplemente os suene de haberlo leído.

Agradecida

sábado, 23 de mayo de 2009

Estrellas de la canción

¿Os acordáis de aquella canción de Los Rebeldes que decía eso de... “qué agobio de verano tengo el cuerpo empapado en sudor”? Pues hoy, después de muuuuuuchos años la he vuelto a escuchar en un garito. Un bar de carrozas, pensaréis algunos, qué tiempos aquellos diréis otros, o qué coño es eso, os preguntaréis algunos más...

Pues “eso” es una canción que sonaba en los coches de choque que ponían en mi pueblo cuando yo iba a octavo, creo recordar... El caso es que hoy después de una tarde de esas que empiezan de una forma y terminan como los gin tonics dan a entender... he acabado dándolo todo en un bar que lo mismo te ponían La Fuga, que Pereza, que esto...

Molaba. Me ha gustado. El único pero que tenía el bar, es que me ha hecho sentir mayor, y no sólo porque me sabía todas las canciones, no. Ha sido más bien porque cuando la canción ha seguido por “se me cae la casa encima, yo ya no aguanto el calor” me he arrimado a una de mis compañeras de juerga y le he dicho toda animada: “joé, no la oía desde el instituto”. ¿Sorpresa, sonrisa, cara de”pobre qué mayor es”? No, ha sido aún peor. Me ha mirado y me ha dicho: “yo me la sé del Singstar”. Y claro... ahí me he hundido.

Que mi curiosidad malsana me haya llevado a descubrir un minuto después que la criatura nació en el 82, no tiene ni importancia... el hecho cierto e inamovible es que las canciones que yo cantaba “en mi época” son ahora carne de videojuego...

No sé cuántos sois de mi generación pero chavales... pa’ lo que hemos quedao. Sólo me queda un consuelo... si el repertorio es ese... aún puedo disputarle a la chavalería el podium del Singstar.

martes, 19 de mayo de 2009

El amor, los hombres y la vida

Cuando llegué a Madrid descubrí los Renoir y los Alphaville, y en uno de los dos – no recuerdo en cuál – le descubrí a él. Estaba viendo “El lado oscuro del corazón”. El reencuentro fue poco después en la estación de Atocha, había feria de artesanía y en uno de los puestos había un marcapáginas decorado con algunos versos de “Táctica y estrategia”. Me enganché.

Busqué y encontré una antología poética, que después presté y perdí. Pero seguía necesitando sus poemas, así que de nuevo busqué y otra vez encontré: “El amor, las mujeres y la vida”, y ese libro se convirtió en imprescindible. El único que no presto, no sé cuándo lo voy a necesitar.

Sólo he escrito dos cartas de amor en mi vida. Una me entró en un SMS, la otra, justo un año después, ocupó un folio. Las dos llevaban palabras de Benedetti, yo nunca lo habría dicho mejor. También lo uso con los amigos, ya lo dice el título: amor, mujeres (hombres), vida...

Lo que empezó como un amor a primera vista (a primer oído en realidad, fue la voz de Darío Grandinetti la que me enamoró) se convirtió después en una relación con futuro. Desde ayer es amor eterno.

jueves, 14 de mayo de 2009

El día después

Qué gran programa de fútbol. Ahí salió mi pueblo una vez, destacado sobre el resto por no haber ganado ni un solo partido en lo que iba de liga (e iba mucho). Aún recuerdo al portero diciendo que el problema es que se las tiraban por alto y él no lo era mucho (yo concretaría que nada, es incluso más pequeño que yo, y eso es difícil siendo un tío).

El caso es que estos días volvemos a hablar del día después, pero no por el fútbol, sino por otro tema casi tan habitual del fin de semana como ese: la píldora. Por lo visto la van a vender libremente en las farmacias y yo, la verdad, me alegro. Que las niñas se van a pensar que esto es Jauja... bueno, pues que lo piensen. Quien abusa lo hace ya, no se corta por tener que ir al médico, el caso es que no se queden embarazadas sin querer, y que sus padres no decidan que quieren tener otro hijo, porque si lo deciden los padres, el niño es de los abuelos, no de la madre adolescente.

En mi opinión, la venta libre en las farmacias va a evitar embarazos no deseados y situaciones humillantes en los centros de salud que, según y dónde, olvidan que son públicos y se dedican a juzgar moralmente a quien va a pedirla. A mi sólo me han llamado puta una vez y ha sido, precisamente, pidiendo la píldora del día después en uno de estos centros. Sólo les faltó escupirme. Yo sí que tuve un día después. Un día que duró 32 horas, 3 centros y 2 farmacias.

Si en el primero no me la dieron por puta, en el segundo fue por vieja. Por lo visto si tienes un problema y has pasado de los treinta, te las apañas tú con tu reloj biológico. Pero como a la tercera va la vencida, la conseguí. No fueron amables, pero no me juzgaron. Después vino la farmacia, que allí no vendían “de eso”. Afortunadamente, sólo 20 metros más allá, sigue habiendo gente sin prejuicios que deja que cada un@ decida.

martes, 12 de mayo de 2009

Chapuzas a domicilio

¿Os acordáis de las que montaban Pepe Gotera y Otilio? Pues comparadas con la que tenía yo ayer montada en casa cuando llegué de comer, aquellas eran barro.

A las nueve. Esa era la hora de llegada prevista, así que me levanté a las ocho y cuarto de la mañana, calenté agua y me lavé para estar presentable. Digo lavé y no duché, porque llevo sin agua caliente desde el 6 de abril, por eso venían ayer. El plan era sencillo: yo abría, les daba la llave, les indicaba qué muebles debían tapar con los plásticos y me iba a casa de Api a ducharme y luego a buscarla a su curro para comer juntas antes de volver y pagar los 667 euros (IVA incluido) que me iban a cobrar por cambiarme los tubos de entrada y salida de aire de la caldera.

A las nueve y cinco me llama Pepe Gotera, que a Otilio se le ha complicao y se retrasan un poco, que pa’ las once, once y media a más tardar. A las doce le llamo yo, que ya está saliendo, que en media hora llegan. A la una llega Pepe Gotera solo, no hay rastro de Otilio. Le doy las llaves y sólo le pido un favor que tape una estantería, un mueble y la mesa, el resto – de purito aburrimiento – ya lo había apañao yo durante la espera. Él tapa la estantería y me dice que sí, que no me preocupe. Le digo que perfecto y le pido un último favor, que me cuando les quede aproximadamente una hora de trabajo, me avisen para volver y pagarles. La una y cuarto.

A las tres y veintitrés de la tarde hemos acabado de comer, cojo el bolso y miro el móvil. Tengo siete llamadas perdidas, todas de Pepe. Ha pasado algo, pienso yo, porque si el presupuesto era para un día entero de trabajo y sólo llevan dos horas y media... Llamo. Que ya puedo ir, que Otilio ya está tapando los agujeros. Sin dejar de mostrar mi sorpresa por la rapidez (cuando me hizo el presupuesto me repitió unas cien veces que menuda trabajera, que le iba a llevar un día entero) le dije que iba enseguida, que en una hora estaba en casa. Pero el Sr. Gotera tenía algo que añadir: la caldera seguía sin funcionar. Api me acompaña al cajero, yo saco la pasta para pagar y emprendo el camino de regreso con la amenaza de otro día más sin agua caliente en el horizonte y la moral por los suelos.

A las cuatro y media aparco en el garaje de mi casa y llamo al ascensor. Cuando le doy al 3 me doy cuenta de que mi dedo tiene restos de escayola y me da mala espina. Miro al suelo: blanco. Me temo lo peor. Llego al descansillo y la puerta de mi casa está abierta y la empujo. ¿Alguna vez os ha parecido que vuestro salón había sido trasladado en el espacio-tiempo y había vuelto a colocarse en su lugar después de haber sufrido el cerco a Sarajevo durante la Guerra de Bosnia? Yo lo viví ayer.

El salón estaba impracticable, la cocina llena de yeso y el suelo azul del baño ahora era blanco, pero Pepe Gotera sólo repetía una y otra vez que la caldera no funcionaba. Lo comprobé y era cierto, yo seguía sin agua caliente pero los tubos estaban allí, limpios como prueba de que su trabajo estaba hecho y ellos tenían prisa, así que les pagué. Mientras yo intentaba cerrar la puerta, Pepe me recomendaba a un amigo para arreglarme la caldera que “seguro que está rota” y Otilio asentía con la cabeza. Antes de cerrar miré atrás, a la zona de conflicto que se extendía a mi espalda, y pensé que mejor me las apañaba sola, no fuese a mandarme a Manolo y Benito Corporeision.

El resto os lo resumo, porque si hasta aquí mi día de ayer ya se os ha hecho largo, prefiero ahorraros lo que vino después. Limpié el ascensor y descansillo de la escalera. Los muebles ni os los describo, no me habían tapado más que lo que yo vi, el resto soportaron los salpicones de escayola estoicamente. El suelo, of course, lo obvió, ayer lo fregué cuatro veces y sigue blanco. De los dos tubos que tenían que cambiar habían cambiado sólo uno, el que estaba bien. El otro sigue ahí, intacto. En la cocina, justo debajo de la caldera, hay medio kilo de hierba y ramitas que el chico de Gas Natural estuvo sacando durante dos horas y que demuestran lo “limpio” que me lo había dejado. Eso no lo he limpiado, se lo quiero enseñar en persona al Sr. Gotera. Si llega claro, porque ha llamado hace dos horas, que ya venía...

martes, 5 de mayo de 2009

La boda del micrófono

El sábado volví de boda. Esta vez un miembro del clan se nos contraía con una hija del Perú. Así que de buena madrugada cogí al relojero del bracete, y me eché al atasco de la A1 la mañana del 1 de mayo. En cuatro horas nos plantamos en el lugar del evento donde llegué por los pelos. Tras aclarar el misterio de si la contrayente respondería a los estándares de bellezón latinoamericano, entramos al monasterio y el cura, con claro complejo de Miguel de la Quadra pero con menos gracia y sin Celebrities de Muchachada Nui, les casó.

Lo mejor vino en el restaurante. Alguien pidió un micrófono y ahí empezó todo. En la mesa presidencial empezaron a pasarse el aparato de unos a otros. Primero la hermana de la contrayente quiso hacernos partícipes de su emoción. Al oír el choque del tenedor contra la copa de cristal, dejamos el solomillo y escuchamos. No había dado otro bocado a la carne, cuando de nuevo se nos llamó al silencio. Esta vez era el cuñado de la contrayente el que nos demostraba su emoción llorando directamente, llorando por micrófono. A partir de ahí, ya fue el festival del micrófono.
En cuanto veían que seguíamos a lo nuestro, vino de Ribera y solomino castellano-leonés, otra vez el tintineo del tenedor. El novio agradeció nuestra asistencia, igual que unos minutos más tarde y siempre micrófono en mano hizo la madre del novio y, después, el padre del novio (al hermano le tocó más tarde). La novia es huérfana, pero no estaba dispuesta a desaprovechar turnos de micrófono. En sus distintas actuaciones, para esas alturas la carne se había quedado ya fría y tiesa de aburrimiento, le agradeció a Dios y a la Virgen que la “hubiera puesto en el camino del chico guapo de los ojos verdes”, tuvo palabras de recuerdo para sus padres, hermanos, le agradeció al cura que los había casado (y que tenían sentado en la mesa presidencial); también quiso dar un agradecimiento muy especial a la peluquera (impagable cuando la peluquera se levanta para que la aplaudiéramos (¿qué hacía la peluquera en la boda?), como impagable fue cuando se levantó el marido de la peluquera y la besó apasionadamente en medio de la ovación general. A continuación le agradeció a la empresa de los arreglos florales XXX lo bonito que le había hecho los centros y el ramo, y el tal XXXX de los arreglos florales se levantó en la mesa de al lado y todos le aplaudimos.
El recital continuó con palabras para el chófer, para los amigos, para los familiares.... nosotros cogimos los vales de las copas y nos bajamos a la discoteca, donde la música estaba alta, supongo que también fue gracias a Dios y a la Virgen, y a nadie le dio por volver a coger el micrófono.
Aunque yo me fui pronto, y no lo puedo asegurar.

El mes que viene tengo otra, y también promete.