viernes, 26 de septiembre de 2008

Si no estás en Facebook no existes

En las últimas dos semanas me ha sorprendido que han querido hacerse amigos míos de Facebook varias personas que cuando me las cruzo por el edificio donde trabajo me dicen, en el mejor de los casos, hola.

¿Hay competición por ver quién tiene más amiguitos en Facebook aunque no les dirijas la palabra cuando te los cruzas en la máquina del café?

Yo tengo 40 amigos. ¿y tú?

jueves, 25 de septiembre de 2008

Chapeau

Para aquellos que no sepan francés chapeau – leáse chapó – significa sombrero. Y esa misma expresión es la que utilizan nuestros vecinos los gabachos para indicar que se quitan el sombrero ante algo que les asombra o les admira. Hoy os tengo que decir que yo me lo quito ante LaurenMi, y sé de buena tinta que Api también, y Tigris, y Hellfredo, y... todos hemos entonado un sonoro chapeu cuando hemos sabido de su hazaña.

Por si alguien es nuevo, o tiene mala memoria, os recordaré que LaurenMi es el mismo que protagonizó – hace exactamente un año y cinco días – un memorable post de Api que llevaba por título: “Cuando dos son multitud”. En él Api reflexionaba sobre el insomnio que produce la caballerosidad, sobre todo cuando la caballerosidad tiene como escenario un colchón de 90. El caso es que en el último año LaurenMi ha seguido repartiendo caballerosidad aquí y allá, y la semana pasada, lo hizo en una tienda de moda de la calle Fuencarral.

Os pongo en antecedentes. Para los no madrileños que no lean revistas de moda y/o tendencias, aclaro que Fuencarral es ahora mismo sinónimo de ropa trendy y, por lo general, cara. Una calle donde aún sobrevive el mítico Hostal Nuria (ese donde veníamos de excursión de COU todos los estudiantes de provincias) y alguna que otra tasca, aunque lo habitual es encontrarse con que en esa calle antes infecta, ahora abren tienda Khiels, Mac, Diesel, Muji o Custo Barcelona. Sin verlo muy a menudo, apostaría la mano derecha porque el 95% de las dependientas de Fuencarral están buenas. Gajes del oficio. En medio de ese panorama se sitúa el lugar de los hechos.

A LaurenMi le gusta darse una vuelta por allí de cuando en cuando. Algún sábado por la tarde, cuando se siente “ensalsado” se echa a la calle y va directo a Fuenca a ver si encuentra alguna “prenda dolor” que le ayude a triunfar en lo más oscuro de la noche y, de paso, aprovecha para repartir sonrisas entre el gremio de las dependientas, que nunca se sabe. El caso es que, desde siempre, hay una dependienta a la que él sonríe más que a las demás. Podría deciros que, como respuesta, ella le castigaba con su indiferencia, pero no, era peor, ella le sonreía (mucho), se acercaba a ver si necesitaba algo y le reía los chistes. Así que LaurenMi, que es un caballero, pero también es un hombre, cayó en sus redes de araña fashionista y pasaba por allí de cuando en cuando.

Quién sabe si por la crisis, quién sabe si por los Cogollos de Tudela, que son más de vestir de Springfield, el caso que cuando el otro día se dejó caer por allí de nuevo, la Tecla-vestida-de-Prada le miró, le sonrió y cuando abrió la boca, en lugar de soltar el típico “¿te puedo ayudar en algo?”, le soltó un mucho más sugerente “hacía mucho tiempo que no venías a verme”.

No lo vi con mis ojos, pero lo oí a través de mi móvil. Quince minutos después de esa frase, LaurenMi me llamaba atacao de los nervios y diciendo “Negra qué mal rato he pasao, he flipao tanto que me he quedao cortao”. “He estado lento Negra”, decía unos minutos después, “me ha pillado tan de improviso, que no he sabido reaccionar a tiempo”. No problem, le dije yo, eso es terreno abonao, tú vuelve otro día, que con lo bicho que tú eres, la araña se te merienda ipso facto y tú, a sufrir.

Dicho y hecho, cuatro días después LaurenMi se armó de valor – y os puedo jurar que fue valor, porque iba acongojadito - y dirigió sus pasos hacia la tienda. El plan inicial era llegar cerca de la hora de cierre y, como que no quiere la cosa invitarla a tomar una caña. Si decía que sí, perfecto, una espera de 10 minutos y a correr. Si decía que hoy no, pero que otro día, bien, sólo hay qué pensar un poco más el bar. Y si decía que no... pues hasta otro día darling, qué bien que te queda poco pa salir y pies para qué os quiero.

Pero LaurenMi en una nueva prueba de su valor, pasó al plan B y no sólo no fue cerca de la hora de cierre, sino que, además, ni siquiera disimuló haciendo como que compraba algún complemento de precio asequible. El tío llegó allí con muchos nervios y más cojones, la saludó, sonrió y le soltó un: “oye que estaba pensando que a lo mejor te apetecía tomar una caña después, al salir de trabajar”. La araña borró su sonrisa de la cara y soltó un lacónico "pues es que salgo ahora en diez minutos y me tengo que ir", que hundió al pobre LaurenMi en la total oscuridad.

Cinco minutos después (esta vez la estancia en la tienda duró menos), mi móvil volvía a sonar. “Qué fallo Negra, me he pensao lo que no es, qué mal rato”. Aparte del disgusto, que era grande, a LaurenMi le preocupaba haber hecho el ridículo, haberse puesto en evidencia por haber sobreentendido que la Tecla-vestida-de-Prada le estaba dando pie a que la entrase. “¿Vergüenza – le dije yo – tú lo que tienes es muchos cojones”.

Lo dije y lo mantengo. A ver quién sin ser futbolista ni modelo ni nada que se le parezca, tiene los huevos de presentarse en una tienda de la calle de moda frente a un pibón y decirle que si se toma una caña. No sé cómo lo veis vosotros, pero yo lo tengo claro. De arrepentirte de algo, que sea de algo que hayas hecho, nunca de algo que hayas dejado de hacer.

LaurenMi, desde aquí te lo digo. Eres mi héroe, estoy a tus pies, me quito el sombrero: ¡¡¡¡CHAPEAU!!!!


PD. Como dijo Api hace u año, “conste que si pongo nombre es porque cuento con la autorización por escrito del citado”.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Semana de la (in)Movilidad

Hoy se celebra el Día Europeo sin Coches.
En Madrid esta mañana ha habido hasta 100 kilómetros de retención.
Yo, que he ido en metro como todos los días, he tenido que dejar pasar tres convoyes porque era imposible entrar en ninguno de ellos.
No lo entiendo.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El mercao está fatal

Vengo de comer ciertamente sorprendida. Y no gratamente.
He quedado con la niña de los peines, bic y encio (mis grandes amigos aquí dentro) y de repente bic ha soltado que está muy tenso porque hace más de dos años que no folla, pero que claro, que tal y como está el mercado. Y a continuación ha especificado las tres categorías que, según él, pueblan el mercado:
a) las que buscan cazar(se)
b) las que que buscan al macarra de barrio
c) las que buscan la tabla de planchar

Y si ya esta división me toca las narices en general, que venga de un tío como él (culto, guapete, trilingüe, liberal...) pues qué queréis que os diga.

Cuando he pasado a comentar, me ha dicho que no, que nazi que no es.
Cómo está el mercado.

martes, 16 de septiembre de 2008

La contracultura

Más que amor, lo mío con los libros es frenesí. Los libros no sólo me gustan, los libros me ponen. Necesito tenerlos alrededor, verlos ahí, saber que si los quiero leer sólo tengo que alargar la mano y empezar. No tengo tiempo material para leer todos los que tengo, o lo que es lo mismo me gasto en ellos mucha más pasta de la que debo. Por eso, cuando este verano me llegó un mail diciéndome que había ganado un concurso en Internet cuyo premio era un cheque regalo de 150 euros para gastar en la Casa del Libro me puse ni tan contenta. Después de varios mails más y una llamada, por fin el viernes pasado me acerqué a la tienda de Gran Vía, una de las más grandes que Casa del Libro tiene en Madrid.

Si os gustan los libros, aunque sea un poquito, os podréis imaginar que cuando crucé la puerta rozaba la felicidad. Veinticinco mil pelas para gastarme en libros así, de la tacada, un momento que – si La Primitiva no lo remedia – es posible que sólo vaya a vivir una vez en la vida. Así, con el peso de mi historia sobre los hombros, me acerqué al mostrador de atención al cliente, y ahí fue donde me empezaron a joder la musiquita de violines que yo oía de fondo.

Como las librerías me encantan, siempre me acerco a ellas con la idea preconcebida de que trabajar allí tiene que ser la bomba. La tipa que me atendió me borró esa ingenua idea con la primera mirada, pero la segunda, la que me echó después de decirle yo eso de “vengo a recoger una tarjeta regalo que he ganado en un concurso de Internet”, esa me dejó claro lo que ella, mujer culta que por eso trabaja en una de las mejores librerías de Madrid, opinaba sobre mi, pobre inculta que sólo ha puesto un pie allí porque es gratis.

Odio esa mirada. Me revienta. Me pudre la gente que piensa que aquellos que no tienen su “cultura” no tienen clase suficiente para que ellos les dediquen un mínimo de atención. Ese tipo de gente, como la dependienta de la Casa del Libro, en un acto de narcisismo sin par, suele subestimar al “inculto” que tiene delante, y eso, no deja de ser un error de ignorante. A esa, y a otros como ella, alguien les debería explicar que la cultura no se mide por tu currículum, ni por tus posibles títulos universitarios, ni siquiera por los muchos o pocos libros que hayas leído, sino por lo que sabes y, sobre todo, por lo que estás dispuesto a aprender.

La obra de grandes literatos, grandes músicos y grandes pintores fue despreciada en su época. ¿Eran incultos sus contemporáneos o eran tan “cultos” que lo despreciaron por no cumplir sus expectativas? ¿Quién es más inculto, aquel que no lee, o aquel que no lee entre líneas?

Me viene a la cabeza mi abuelo, un tipo borrico como él solo. Un hombre cerrado de miras que se murió sin ver Madrid – la gran ilusión de su vida – y que siempre pensó que sus nietos los que estudiaban perdían el tiempo, mientras que los que aprendieron a ordeñar estaban haciendo algo importante con su vida. Probablemente mi abuelo murió sin saber quién era Leonardo da Vinci, pero nadie en su pueblo mataba el chon* como él. Le llamaban de todas las casas para hacerlo, porque que fuese él, y no otro, el que metiera el cuchillo en la yugular del animal garantizaba más sangre, o lo que es lo mismo, más morcillas. No deja de ser curioso que las matanzas, eso que mi abuelo hacía mejor que nadie, sean ahora “cultura” y que desde ese Madrid que no conoció se monten excursiones para ir a verlas, como si fueran museos o catedrales.

Si la cultura es ser como la dependienta de la casa del libro, yo me apunto a la contra.

*chon: cerdo en cántabro.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Facebook me mata

Antes no me atraía, de hecho me apunté única y exclusivamente porque Api me lo pidió, pero ahora... ahora vivo sin vivir en mi. Añado amigos, comento fotos, reencuentro gente... estoy encantada de haberlo conocido, pero... me estreso.

Recuerdo que cuando me hice el perfil y vi que Api era una especie de vampira que luchaba contra hombres lobo, me asusté. No entendía nada de nada, pero pensé que con el tiempo y el uso me haría con ello. Ha pasado el tiempo, ha cambiado el uso, y yo me sigo asustando.

El otro día uno de mis contactos me mandó un regalo, filloas de sangre, y claro, me acojoné. Os pongo en situación: no soy experta en gastronomía, no entiendo gallego y la última y única vez que he estado en Galicia fue hace unos 20 años para ir a ver a Juan Pablo II (te quiere todo el mundo) y cantar aquello de “yo tengo un gozo en el alma, ¡¡grande!!”. Total, que leí lo de la sangre y la ídem se me heló en las venas.

Como dato de interés añadiré que el muchacho que me mandó el sangriento regalo me gusta un poco y, descartados los pasillos del curro, facebook es el único sitio donde puedo hacerme la simpática, pero claro... ¿cómo responde una de forma amigable a semejante obsequio?

Al final – google mediante – descubrí que las tales filloas son un estupendo postre muy apreciado en tierras gallegas, así que resultó que el muchacho no me mandaba una amenaza al más puro estilo siciliano, sino un dulce pa mis morros. Las normas de la cortesía dictan que hay que agradecer los regalos, así que decidí buscar la manera de hacerlo y en facebook la forma más rápida es descargarte tú también la aplicación con la que te han enviado el regalito, así que procedí.

Después de un arduo trabajo (no sé vosotros, pero yo no me entero con las dichosas aplicaciones), el resultado fue que podía optar por:
- devolverle otras filloas de sangre y quedar como una simple
- devolverle un pulpo a la gallega y... sin comentarios

Total, que me estresé y en un ataque de actividad facebookiana acabé haciéndome fan de Enjuto Mojamuto e invitándole a él a bajarse “What Lost Character Are You?” (no sin antes comprobar que yo soy Kate, eso sí). Que una se estresa... pero no tanto ;-P

jueves, 4 de septiembre de 2008

Para todo lo demás

Iba a empezar a diciendo eso de:

Cena:
40 euros
Copas a granel:
60 euros
Nokia 6111:
110 euros

Que la noche acabe en una casa con un montón de macizos descamisados… no tiene precio.

Pero, cosas que pasan, el Nokia lo paga la empresa, la cena también la pagó la empresa, las copas ídem y los macizos se quitaron las camisas por voluntad propia.

Que yo inmortalizara el momento, olvidara completamente que lo había hecho y que nueve meses después – en la oficina y con ellos trabajando a pocos metros – descubra por accidente que tengo en el móvil la foto de dos compañeros de trabajo bailando en calzoncillos, eso… eso sí que no lo tiene.