viernes, 13 de abril de 2007

Cuando todo da lo mismo, por qué no hacer alpinismo




Ayer, antes de intentar la escalada de ciertas cumbres que se iban poniendo cada vez más borrascosas, fui a la conferencia que daba Kurt Diemberger en la librería Desnivel. Este austriaco, de 75 años, conocido como ‘el cámara de los ochomiles’, es una de las leyendas del himalayismo y el único alpinista vivo que mantiene dos ochomiles vírgenes en su haber en unos años en que el alpinismo era mucho más duro que ahora, sobre todo por lo arcaico de los materiales y la ausencia de prácticamente cualquier tecnología.

Estos días Diemberger ha estado en Madrid presentando su nuevo libro, ‘El séptimo sentido’, en el que cuenta algunas de sus ascensiones y situaciones límite, como su descenso del Chogolisa en solitario, después de que Hermann Buhl, su compañero de cordada, desapareciera al precipitarse al vacío. O también qué paso en agosto del 86, cuando en el descenso del K2, murió Julie Tullis -la que era su compañera de equipo de filmación, no su mujer como a veces se ha dicho- y cuatro alpinistas más. Un capítulo que marcó la historia del alpinismo, que ya siempre lo recordó como el ‘agosto negro’.

El libro está bien pero le sobra voz interior para mi gusto. Diemberger entra demasiado en cuestiones como quién dirige nuestra vida, por qué unos sobreviven a ciertas situaciones y otros no, cuál es el sentido de la existencia, la importancia de tomar la decisión adecuada en el momento preciso... Pero claro, por otra parte, eso es precisamente el séptimo sentido, “el estímulo hacia lo alto, que se contrapone a la voz que reprende, contra la prudencia sugerida por el sexto sentido”.

La conferencia fue interesante, pero no sé si por la edad, porque había dormido mal o vaya usted a saber por qué, el señor Diemberger no mostró su cara más amable delante del público que le escuchó, pero que al terminar la charla, le ‘castigó’ no haciéndole ni una sola pregunta.

Espero que con este post (postalcohólico), Federiko –que sé que nos lee aunque no se manifieste- deje de acusarnos de monotemáticas. Además, nunca dijimos que no fuéramos a serlo.

“Y con tiempo favorable comenzamos a ascender,
ellos con sus banderitas, yo ya con dolor de pies.
Saltaré los pormenores, pasaremos un primer
escalón hasta alcanzar otra cota, otro nivel.
Camino del campo base unas huellas ya se ven.
"Por aquí ha pasado el yeti", dijo el bueno de Tinseng,
que era un sherpa veterano y que debía entender.

Cuando todo da lo mismo,
por qué no hacer alpinismo"

(La Yeti, 1ª parte, Javier Krahe)

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