lunes, 16 de abril de 2007

Clase, respeto, estilo

Esas tres características son las definen al “rider” de una Harley-Davidson. Al parecer a los “jinetes” de tan legendarias máquinas se les presupone una autenticidad de la que carecen sus eternos rivales, los motoristas a lomos de máquinas japonesas. El problema de las leyendas – y más cuando son míticas – es que cuando te las echas a la cara, se suelen venir abajo.
A mi me pasó ayer.

Como alguna vez leí en alguna parte, “no sólo de motos vive el motero”, y las cazadoras de cuero – de la misma mítica y estilosa marca a poder ser - también ayudan a que “se note” quién es ese hombre que está a tu lado en la barra del bar. Ayer los moteros estilosos eran tres. Acodados en la barra, tomando cerveza, aquellos “ángeles del infierno” aguantaban estoicamente el calor y, mientras todos nos descamisábamos, ellos se mantenían firmes con su chupa de cuero y la braga en el cuello.

Justo ahí, fue cuando sucedió (Api, permíteme que de mi versión de los hechos, que tú enseguida te lanzas a las loas al contrario... en este caso a la contraria, que soy yo). Allí, la que tuvo los cojones de acero fuiste tú (sí, fueron cojones, la sangre fría no bastaba), tú, que agarraste al julai por la espalda y no le dejabas marcharse por mucho que lo intentara y a pesar de su cara, que daba tremendo miedo. Yo sólo recuerdo que te oí gritar "mi bolso”, miré donde estaba colgado hacía medio segundo y no lo vi, así que salí detrás de ti. Mientras le gritabas yo sólo miraba: a ver si veía el bolso, concretamente. El julai no lo tenía colgado – no tenía el que buscábamos, porque del brazo que Api le había dejado libre colgaba enorme bolso de tía que, al julai en cuestión, no le pegaba nada con su ropa de ayer –, pero en el suelo había algo. Era la cazadora del - hasta ese momento presunto - ladrón. Cazadora que cogí, y me puse a mirar como si fuera mía... y allí estaba tu bolso con tu cartera, tus gafas y tu iPod. Asunto solucionado, así que soltaste el brazo del ladrón.

Pero, volvamos a la leyenda. Mientras todo esto pasaba, nuestros amigos los moteros - a los que estoy segura que Api tuvo que dar con el codo en las costillas mientras meneaba al julai -, seguían allí, sin hablar ni moverse. Finalmente uno de ellos abrió la boca y dijo: “pues yo estoy deseando que llegue el verano para ir en manga corta". A lo que otro le contestó: “¿en la moto, no?”, y el primero dijo: “en la moto, claro”.

Entre el sol y el montón de gente hacía mucho calor en el bar.
Y allí estaban ellos, totalmente aclimatados, como auténticos “ángeles del infierno”.
Imperturbables.
Con sus chupas, su clase, su respeto y su estilo.

3 comentarios:

Api dijo...

Se puede decir más alto...

Anónimo dijo...

No seais malas. Por Dioooooos. Igual es que no os vieron los pobres chicos. Que las Jarlis son muy chulas pero no queman bien el combustible y se produce demasiado monóxido de carbono que se malmete por el casco y produce unas intoxicaciones del quince.

LaNegra dijo...

Jejejeje
Banderillero... pues va ser eso...