martes, 22 de marzo de 2011

Cantabria is different

Leo la noticia en el periódico, me da la risa y lo primero que pienso es eso, “Cantabria is different”. Me vengo al ordenador para contároslo y leo que el último comentario que han hecho sobre la noticia en www.eldiariomontanes.es reza “Spain is different”, y me vuelve a dar la risa.

Roban 50 metros de carretera en Mogro” ese es el titular. Sí, habéis leído bien, han robado la carretera. Hace dos días estaba y ahora no está... ¡¡tachááááán!! Ni rastro del asfalto recién echadito. ¿Qué hacen falta un camión y una pala para llevárselo? Sí, pero sólo un vecino vio un camión y una minipala pero como explica el señor alcalde “la lástima es que penaba que eran trabajadores de la obra y no hizo nada”. Una lástima, sí.

Pero lo mejor de la noticia no es eso, lo mejor son las declaraciones del señor alcalde acusando a los ladrones de haberle “amargado el fin de semana” (pobre...) llevándose la carretera de acceso a esta playa, paraje “de bella factura” (algo me dice que el periodista que firma la noticia se ha reído escribiéndola más que yo leyéndola...); avanzando hipótesis con las causas que han provocado el robo: “es una pataleta sin sentido de algún vecino, posiblemente, descontento con la obra” (¿descontento?, ¿en serio?); y, lo mejor, sacando enseñanzas de la experiencia vivida: “sabía que se podían robar muchas cosas, pero no una carretera. Con esto he aprendido que el asfalto también se puede sustraer” (ahí queda eso).

¿Qué os parece la perla? Y pensabais que Revilla era lo más original que esta región iba a dar al mundo...



pd. Os dejo el enlace por si queréis leerlo entero y comprobar que no me lo he inventado, no os perdáis la explicación de un tal Chema y su teoría del museo espacial...

sábado, 12 de marzo de 2011

¿Nunca lo has pensado?

Podría haberla leído en “El Caso” (¿se publica aún?) pero lo vi en Twitter. El caso es que cuando acabé de leerlo, en lugar de horrorizarme por la absurda razón que llevó al colgao éste a darle doce puñaladas al pobre informático lo primero que pensé fue: “joder, pues sí que le tenía hasta los cojones, sí”. Y me quedé tan ancha.

Me duró un par de minutos. Luego caí en que doce puñaladas te matan y volví en mi. Pero por un momento me acordé (y esto quizá os lo haya contando ya) de aquellos viajes mi pueblo-Madrid del año 93. Cinco personas y ocho maletas en un 205 contigo-al-fin-del-mundo, la autovía sin terminar, carretera de 2 carriles para subir Somosierra y mi vecino (conductor y propietario del vehículo) preguntando si alguien había visto cuánto quedaba cada vez que la distancia acababa en cinco. La rima os la sabéis. Lo que no adivináis es que yo fui la torda que cumplidamente respondió a la pregunta en todas las ocasiones menos en una, y en 400 km esas no son muchas veces, son demasiadas, creedme.

Y no lo digo por rencor, no. Lo digo porque en esos 400 km (y entre 6 y 7 horas de viaje), una sola vez mi hermano mayor – que también estaba en el coche y que ejerce de tal pocas veces, pero cuando lo hace, lo hace bien – de repente se puso a hablar de que él la semana anterior había ido a un restaurante italiano y que estaba todo buenísimo. Contó varios detalles de esto y lo otro y luego, como que no quiere la cosa, dijo: “y yo me pedí unos de esos, ¿cómo se llaman, que ahora no me sale la palabra?, esos que son como la lasaña pero redondos, rellenos de carne picada?”. Y mi vecino, que además de muy bromista también es un gran tragón, soltó raudo y veloz: “canelones”. Esta rima también os la sabéis, pero el cabreo que se pilló el graciosillo de mi vecino, ni lo sospecháis.

Yo, que intento ser una señora siempre que puedo, a pesar de mis 19 recién cumplidos con su posible tendencia a la venganza adolescente, no hice sangre. Me reí como primera reacción - igual que los otros tres pasajeros -, pero después callada, que estoy más guapa. Fijo que no tanto como una docena de puñaladas pero le dolió, y aunque el arma no la manejaba yo, lo hizo “la familia” al más puro estilo El Padrino.

Una vez frente a.... ¿treinta, cuarenta?... por ahí, y estuvo enfadado y con morro hasta que llegamos a Madrid dos horas después. Y no es sólo él, el especimen graciosillus repelentus repetitivus suele tener mal perder cuando se les hace probar su propia medicina.

Por eso creo que la última frase, ese “el agresor ha declarado desde la cárcel que su compañero le ‘estaba hartando con sus tonterías’”, fue la que me hizo “entenderle”. Porque, por muy tranquilos que seamos, por muy pacientes que nos mostremos, por mucho que vivamos en sociedad y cumplamos sus reglas de educación y cortesía, por mucho que nos controlemos... ¿nunca habéis tenido ganas de pegar a alguien por tocaros las pelotas?