viernes, 31 de julio de 2009

¿Saldrías con un pobre?


Aunque el verano entró oficialmente el 21 de junio, en las dos últimas semanas he sido convocada al menos a seis comidas/cenas para celebrar que ha llegado el verano, que falta poco para las vacaciones, que ya estoy de vacaciones, que... vacaciones.
Anoche el ndru et moi nos acicalamos para asistir a la enésima cita del mismo tipo, y nos fuimos para el No-Do que, por cierto, cumple diez años y que a pesar de no ser de los baratos estaba lleno. La terraza más que llena estaba sobreexplotada.

Total, que allí nos pusimos a hablar de todo un poco, y del misterio de cómo va a caber todo el país en Cádiz el mes de agosto. Porque, salvo escasas y no tienen por qué ser honrosas, excepciones, el resto nos vamos a Cádiz. Y de repente el convocante comenta que su jefa ha disfrutado del furor juvenil de un empleado del gran ente público por antonomasia de este país, y cuya aspiración es comprarse un camión, como la canción de Loquillo. Y claro, que a ella le pone mucho el aspirante a camionero pero que no pegaba en las vacaciones que ya ella se había programado con sus amigos. Al oir esto, el convocante puso cara rara, algo así como de "hay que darle una oportunidad al amor", ante lo que su jefa le inquirió: "¿Saldrías tú con una pobre?". Y claro, él respondió que no.

Ndru insiste en que más que en términos de pobreza o riqueza material, se referían a pobreza intelectual, pero yo no lo vi del todo claro. Lo que si vi muy claro es que salvo, en este caso sí, honrosas excepciones, el resto de la mesa no estaba dispuesto a pasar por ese trago.

jueves, 30 de julio de 2009

Sapos y princesas

Aunque mi mejor amiga lleve 20 años asegurando lo contrario, no creo en los príncipes azules. En su opinión en lugar de lanzarme a por los tíos, yo lo que lanzo es la trenza para que el príncipe en cuestión trepe por ella. Pero os juro que no es verdad. Estoy tan convencida de que los príncipes azules te salen rana que me he pasado la vida huyendo de aquellos que lo parecían. Aunque alguna de mis conquistas no estuviera mal – en mi modesta opinión, se entiende – nunca me han ido ni los muy altos ni los muy guapos. De hecho, si me tenía que quedar con algún muy, siempre me he inclinado por los muy listos. Me ponen, qué le voy a hacer.

Pero lo que de verdad os quería contar no es eso. Lo que de verdad os quería contar es que me he acordado de los príncipes porque, desde hace un par de semanas, cada vez que salgo por la noche me siento un poco princesita indefensa porque, por alguna extraña razón que desconozco, les gusto a los irlandeses borrachos. Técnicamente esto podría traducirse como un triunfo en tierras lejanas, pero en la práctica se reduce a que no hay forma de quitarse al borracho de encima. Porque los borrachos aquí no son como ahí no, los borrachos aquí son XXL. Pesaos de cojones, vamos.

El caso es que el viernes pasado, y por segunda semana consecutiva, un caballero de tierras lejanas – Il Bello, concretamente – ha tenido que acudir en mi auxilio y yo, aunque se lo agradeceré eternamente, me siento muy extraña. A mi nunca me ha defendido un chico. Desde que tengo uso de razón y con dos hermanos mayores a mis espaldas, siempre me he defendido sola. En mi casa somos así, estamos ahí pero que no se note, así que no way... si alguno se metía conmigo yo me tenía que salvar sola, mis brothers sólo vigilaban en la distancia. Y así he ido creciendo sacudiéndome los sapos a manotazos sin ayuda externa.

Pero aquí mis habilidades haciendo la cobra y regateando no son suficientes. Los irlandeses son inasequibles al desaliento. Nada les hace retroceder (bueno sí, la borrachera que les hace andar para atrás a veces, pero vuelven) y claro... yo así no sé jugar. Porque empujar a un borracho está feo y yo borde... pues de natural no soy, así que me la juego cada noche de viernes o sábado que pongo un pie en una discoteca.

Su táctica es simple: se arriman, se arriman, se arriman y, para cuando te quieres dar cuenta, los tienes encima (literalmente). Tú intentas driblar, pero no hay forma así que procedes con el curso de inglés práctico y les dices que “no” (leáse “nou”), o pasas al “please, stop”, o, si la cosa pasa a mayores tiras directamente por el “get lost” que aunque literalmente se traduzca como “piérdete”, en estas tierras tan polites se lo toman como un genuino y auténtico vete a tomar por el culo.

Pues ni así, oiga. No hay forma. No se pierden, no desaparecen, no se rinden y no dejan de intentar darte un beso, rozarte o meterte mano, con lo cual cuando tú te empiezas a poner nerviosa de verdad, el auténtico caballero – que no es un príncipe, pero podría dar el pego – aparece por detrás y sin apenas mirarte para no darle al asunto más importancia de la necesaria, se interpone entre el sapo y tú. Y entonces pasan dos cosas. Por un lado te sientes halagada – o halagadísima, depende del tamaño del sapo – y por otro preocupada. Porque los sapos aquí son muy pegajosos y si no pueden con la princesa, se dedican a joder al caballero. Y claro... el caballero que tiene la sangre bastante más caliente que la del sapo, tiene límite.

La primera noche el caballero se agachó, puso sus manos alrededor de la cabeza del primer sapo y, sin tocarle, le dejó clarísimo qué pensaba hacer con ella si seguía molestando. La segunda casi llega a las manos y yo me acojoné, porque el sapo era enorme y el caballero estaba muy muy enfadado. La tercera vez el sapo era más listo y cuando vio la cara del caballero mientras me decía: “me quedan dos semanas aquí y debería estar tranquilo, pero no me lo ponen fácil”, salió dando saltos hasta la siguiente charca.

Resumiendo, que aquí me tenéis. Tres veces he pisado una discoteca y tres veces un caballero ha tenido que venir a rescatar a la princesa de las babas de los sapos. Me siento extraña, entre agradecida y débil. Lo primero no me importa, lo segundo no me gusta, pero supongo que a veces, y sólo a veces, no te queda otra que dejarte llevar y darle tu mano al caballero para que te acompañe a la salida. A lo mejor ser una princesita, por una vez, tampoco está tan mal.

viernes, 24 de julio de 2009

Alianza de Civilizaciones

Imaginaos la escena... la cocina de una residencia de estudiantes, unas 6 personas bebiendo cerveza y deambulando por allí cada uno a su bola esperando a que se haga la cena para luego salir por ahí a dar una vuelta. Y en medio de esa bucólica imagen suena un móvil. Un italiano ha recibido un sms, lo abre, se empieza a descojonar, te mira a ti directamente (a mi en este caso) y te dice: “another spanish expression” y tú... te echas a temblar.

Dos días antes en una escena muy similar tú le habías dicho: “si sigues diciendo frases al final vas a decir alguna que no me sepa” (todo esto en perfecto English, of course). Quince minutos depués lo hizo: “Si no es piel es miel”. Dejo para vuestras (¿sucias?) mentes la explicación de la frase, a mi con la mirada de IlBello al decírmela me bastó ;-)

Pero a lo que íbamos... la de “Rubia de bote, chocho morenote” ya había pasado a la historia. “Si no es piel, es miel” empezaba a serlo y, a juzgar por sus ojitos, aquí llegaba algo grande... la mirada de IlBello nunca defrauda. Le miré, me miró y se hizo la luz:
“Si pesa más que un pollo, me la follo”.

Por poco me ahogo del ataque de risa que me dio – literalmente, llevo toda la semana tomando jarabe para la tos y los ataques de risa no ayudan nada – ¿os imagináis lo surrealista que puede ser que alguien que no tiene ni zorra de castellano te enseñe frases como esa? Eso por no comentar su (sensual) acento al pronunciarlas... Íbamos a cenar pollo, claro, y él sólo había anunciado el menú al italiano que faltaba, pero... es lo que tiene esto de moverse en (selectos) círculos internacionales, que para confirmar tu asistencia a una cena, empiezas por el inglés y acabas por la cultura general.

Y como cuando se habla de cultura una no puede hacer otra cosa que intentar ampliarla... la escena terminó conmigo sacando un boli del bolso para que IlBello ampliase la colección que lleva apuntada en una libretita. Que del teto sólo se sabía una... y yo por facilitar las relaciones internacionales entre países amigos hago lo que sea...

LaNegra live from Ireland

Pd. Me he permitido ilustrar el post con un pollo de caserío... más que nada para que tenga un peso digno...

miércoles, 15 de julio de 2009

Living la vida loca

Son las una y veinte de la mañana. Las dos y veinte para vosotros. Llego de una fiesta en casa de un italiano al que he conocido un par de horas antes mientras participaba en un concurso que consistía en a ver quién come más spaguetti hasta reventar. Con las manos en la espalda, o lo que es lo mismo, con la boca como un animal. Ha sido divertido. Teníamos varios colegas en la competición y el ganador, colega de un colega – esto es como la universidad – se ha venido arriba después de la victoria y nos ha invitado a la fiesta de su casa. Temática: la playa. A nosotros, por hacer de cheerleaders en la competi, nos han perdonao la vestimenta. No me pongo yo aquí en biquini ni por todo el oro del mundo.

Allí había de todo y yo he acabao hablando en inglés con un chavalito de Rivas (Vacíamadrid) y sacándome fotos y dándole besos al italiano ganador del concurso. No penséis mal. No he cenado pasta. Es más, esa no es la pasta que tengo antojo de cenar. Pero ir conociendo el menú, por si las moscas, tampoco me parece mala solución. Hay que adaptarse a las circunstancias... you know.

Y luego que yo soy una chica obediente. Antes de venir latrama me dijo: “Negra, vete allí, estudia mucho inglés y búscate un italiano que te alegre el verano” (y sin haberlo deseado le salió un pareado). Y yo, obediente que soy, estoy en ello. Fíjate que cuando llegan a España a mi los italianos ni fu ni fa, pero oye, que ha sido llegar aquí y los que ni fu ni fa son los spanish. Los italian en cambio... tienen taaaaantas cosas que enseñar, y tanto inglés para practicar...

De los irish ni os cuento. Hoy, por fin, he tenido una conversación de más de 10 segundos con uno. Esta vez en lugar de “a pint of Guinnes, please” y “how much is it?”, he preguntado “Where are you from?” y esas cosas que se preguntan en las fiestas “internacionales”. Cuando ha dicho “irish” yo no daba crédito. Parecía un tío normal que iba con corbata sólo por vacilar. Media hora después estaba haciendo un strip tease en medio de la cocina. Sin comentarios. Los locales apenas se mezclan con nosotros. De hecho, muchas veces nos insultan abiertamente por la calle. Esta noche no ha sido una excepción, de camino a la fiesta hemos tenido que aguantar a un irlandés borracho que gritaba “fucking spanish” desde el otro lado de la acera. Pasa de vez en cuando, así que aprendes a ignorarlo. Además, no todos éramos spanish, también había italians y todos hablábamos inglés. Siempre te queda el consuelo de que sólo te sabe insultar en inglés y le entiendes. Si tú te cagas en su puta madre en perfecto castellano y con una sonrisa de oreja a oreja no se va a enterar. En palabras de mi madre, que es una tía sabia: “la ignorancia es muy atrevida”.

Por lo demás... os debo un post. Bueno os debo un huevo, pero es que lo de tener internet en casa ha sido un espejismo y hace una semana que desembarcó la Armada Invencible Española aquí y no me dejan usar los ordenadores de la escuela. Hasta El Internado se ven ahí... no os digo más. Y claro, llego yo con mis post y mis mails, y no hay sitio para mi. Aún así... I’ll be back.

LaNegra recorded from Ireland.

viernes, 10 de julio de 2009

Teclado para rubias

buscando por internet algo que no tenía nada que ver he encontrado este 'teclado para rubias', que es como lo reseñaban.
es genial
las mejores teclas:


ESC - No!
Entrar - YES I want it!
Espacio - The Big One: I need my space
Retroceso - OOOPS!
Alt - Useless key


Aunque en realidad, hay bastantes teclas que las denomina como Useless (inútiles), entre ellas los Ctrl, Alt y toda la fila de las F1-F12.
También tienen su puntazo, las teclas númericas de la derecha

Os lo podéis comprar por 50 dólares en www.keyboardforblondes.com

miércoles, 8 de julio de 2009

It does work!!!

Como el culo de lento, chavales, pero... ¡¡¡funciona!!!
A ver si me resiste los asaltos y os pongo al día. De momento os tengo que dejar, en 12 minutos comienza la noche del mojito en el salón de mi casa.

¡¡A vuestra salud!!

viernes, 3 de julio de 2009

Hostel sweet Hostel

No recuerdo si alguna vez os lo he contao, pero hace años Api y yo nos fuimos con Mblue y Mr. Calidad - a la sazón ex novio de Api – a Amsterdam. Aquella vez el hostel lo reservamos por internet: habitación para cuatro. Al llegar a nuestra habitación (en lo más alto de un estrecho y empinado edificio), nos abre la puerta – desde dentro – un chino en calzoncillos, y cuando Mr. Calidad le dice “sorry, que nos hemos confundido”, el chino resacoso le quita la llave de la mano, la mira, y le dice que no, que esa es su habitación y que “go on”.

Al asomarnos descubrimos que la habitación tenía cuatro literas en las que, efectivamente, quedaban cuatro camas libres: las nuestras. El resto estaban ocupadas por este orden y ubicación: el chino resacoso que nos había abierto la puerta en una litera de abajo; un negro grandote que olía a estar sudando whisky igual o más que el chino – de hecho olían a la misma bodega – que ocupaba otra litera de abajo; una litera de arriba ocupada por dos mochilas; y, debajo de ésta, otra litera en la que no podíamos adivinar quién o quiénes dormían porque la habían ocultado con una tela que bajaba desde la de las mochilas.

En resumen, nos quedaban una litera completa y dos camas de arriba a elegir... Api fue tajante, miró a Mr.Calidad y le dijo: tú duermes conmigo, en la litera completa, of course. Él hizo amago de protestar, pero no tuvo opción. MBlue también fue tajante, pero a su manera: durmió con los vaqueros y la cazadora puestos, unos kleenex sobre la almohada y, si la memoria no me falla, las gafas puestas por si había que salir corriendo. Por cuestiones de ingeniería práctica, la pareja ocupó la cama de abajo y MBlue la de encima. Me tocaba elegir a mi. Tenía dos opciones, les miré, miré su litera, valoré la situación y emití mi veredicto: me pido chino.

Por si hay alguien intrigado, las razones de peso que me hicieron decidirme por el chino y no por el negro fueron dos: su litera era la más cercana a la de mis compañeros de viaje y el chinurri tenía unas abdominales de escándalo. Ya que me ponía a elegir...

Total que, no sin esfuerzo, escalé hasta la cama de arriba y al llegar descubrí que, al menos, las sábanas olían a limpio. Desinfección a 200º mínimo, así que ni corta ni perezosa metí la mano por el escote de la camiseta, me saqué el sujetador y, acto seguido, me metí debajo del edredón para quitarme los vaqueros. Api y MBlue no daban crédito: tú estás loca; Negra qué haces; tendrás los cojones de desnudarte aquí; pero qué asco... en tono cariñoso, eso sí. Antes de que empezara la primera canción en el walkman (sí, sí, uno de cintas) oí que alguna añadió: “pero qué huevos tiene, si hasta se va a poner música para dormir”.

Imagino que, si habéis leído el post anterior, os haréis una idea de por qué el sábado me vino todo esto a la memoria. El BA Hostel de Ámsterdam inspiraba entre poca y ninguna confianza, sin duda, pero allí lavaban las sábanas, con detergente para matar chinches, vale, pero estaban limpias. En el Arnie’s Backpackers donde yo dormí este fin de semana no conocen el jabón.

Cuando levanté la almohada me encontré dos horquillas dos, señal inequívoca de que aquello no lo había removido nadie para nuestra llegada. Eso por no mencionar el olor que, por delicadeza, mejor os lo ahorro. El hecho de que la litera de abajo estuviera más arriba que la ventana – abierta – con lo que el que dormía de ese lado tenía peligro de muerte, o de que entre nuestras literas y las de los vecinos no cupiera una persona a lo ancho, creedme, es barro.

Afortunadamente llevaba un pantalón de pijama en la mochila, así que esta vez dormí vestida, pero no por falta de ganas de dormir en bragas, no. Fue pura y llanamente por una ecuación infalible que sumaba la abundancia de asco y la falta de valor.

Lo peor de todo esto no es que al sitio en cuestión llegásemos por recomendación de la oficina de turismo local, no. Lo peor es que, a falta de internet, para escribiros el nombre exacto del antro he tirao de la guía que me compré para venir aquí:

“Tiene el honor de ser el albergue más antiguo de Belfast, pequeño y con una fantástica atmósfera. Un lugar emblemático, sin duda”.

De la antigüedad no tengo nada que añadir. A la atmósfera yo la calificaría más bien de “cargada”. Respecto a lo de que es un lugar emblemático... sin duda. Yo, personalmente, estoy segura de que nunca lo olvidaré.

Qué (puto) sitio, qué asco. Lo único bueno de todo aquello fue que el par de tórtolos que me acompañaba se las apañó divinamente para que, como que no quiere la cosa, yo le acabara diciendo a él que mejor se pasara a la litera doble de abajo con ella, que ya me iba yo a la de arriba: “que a mi no me da miedo”.

Así que... once again... yo al palomar, sólo que esta vez, en vez de un chino borracho, debajo tenía a un par de teenagers abrazaos. Juraría que ni se metieron mano pero, como podéis imaginar, yo le volví a dar al botón para escuchar música. Eso sí, esta vez llevaba un iPod, que una ya tiene una edad ;)

jueves, 2 de julio de 2009

Belfast

Pues esto que veis al lado es un desayuno típico de Belfast, más british que el irlandés al parecer, pero igual de contundente por lo visto. Minutos después de sacar la foto todo eso (bueno, todo no, dejé un pico de pan :-$) estaba en mi estómago. Me jalé hasta las alubias. Ni yo, que me lo estaba trasegando, daba crédito. En mi defensa sólo puedo añadir que me lo había ganao.

Con mi don de la inoportunidad habitual yo, que no pensaba ni visitar Belfast, aterricé en la ciudad justo el día que empiezan las marchas de los protestantes para ir calentando motores hasta que el 12 de julio celebran el día de la orden de Orange o algo así (como no tengo internet mientas os lo escribo no lo puedo decir con total certeza). Total, que cuando estábamos nosotros saca que te saca fotos a los murales de protesta que pintan en los laterales de sus casas, se empezaron a oír tambores, el helicóptero de la policía empezó a sobrevolarnos y el taxista que nos había llevado a dar el rulo por allí vino corriendo a buscarnos en plan: sois unos fucking tardones.

Cuando vi las tanquetas y a los polis preparándose para vigilar al lado del Checkpoint Charlie del muro que separa la zona protestante de la católica entendí al pobre taxista. Esos muchachotes (y muchachotas) con pinta de british preparados para el ataque imponen, a qué negarlo.

La zona católica me pareció menos fundamentalista, pero igual es sólo porque ellos no celebraban nada. Los murales son igual de heavies que los del otro lado – incluso hay alguno de apoyo a la independencia de Euskadi -, y los patios de las casas que están pegadas al muro parecen campos de concentración, protegidos por alambrada por si les lanzan cosas desde el otro lado.

Al bajar del taxi, no sabes muy bien qué, pero notas que algo flota en el ambiente. De hecho, te sientes un poco mal por estar allí de turismo y más aún cuando, de repente, un niño de unos 9 o 10 años aparece por la calle con su camiseta de fútbol, saluda a su vecino, el de la camiseta del Barça, y se acerca al monumento funerario donde tú estás sacando fotos. El niño se para delante de una de las placas conmemorativas, alarga la mano y empieza a acariciar uno de los nombres grabados en la pared. Probablemente esa sea la mejor foto periodística que yo hubiera podido hacer nunca. No disparé. Me dio vergüenza. Dos o tres minutos después, el niño le estaba dando patadas al balón de su vecino y yo sacándole fotos al edificio del Sinn Féin.

Otra media hora y ya estaba montada en una noria sacándole fotos a los dos tortolitos semi-adolescentes con los que me había ido a pasar el fin de semana. Supongo que las cosas funcionan así. Los murales a mi me impresionaron porque muchos conmemoran cosas que yo he visto en el telediario. Ellos dos ni siquiera habían nacido.

Y es que, lo de volver a la escuela, tiene estas cosas. Tus compis de clase tienen 18, pero se enrollan más que los de 30, así que te vas con ellos de excursión. Te levantas a las seis de la mañana, te pillas un tren a Dublín – 50 minutos -, después un bus a Belfast – 3 horas -, te pateas la ciudad de arriba abajo – y cuando digo patear es literal -, te jartas a bocatas para adaptarte al presupuesto, te metes en un hostel infecto, haces como que duermes y cuando te levantas desayunas el especial de la ciudad, de la casa y de lo que te pongan por delante. Básicamente, porque sólo son las nueve y media de la mañana del domingo y aún te queda por delante una jornada que incluye: 2 horas de autobús de ida a la costa de Antrim para ver la Giant’s Causeway , un paseo de otras dos horas cuesta arriba y cuesta abajo por los acantilados, las correspondientes 2 horas de vuelta al punto de salida y, una vez allí, otras tres horas de autobús Belfast-Dublín para volver a casa. Los 50 minutos de tren Dublín-Bray te acaban pareciendo un regalo.

Todo esto aliñado con que había que hablar en inglés porque la concurrencia era un tercio italiana, de cuando en cuando traducir al español porque el otro asistente nacional es un catalán con 18 años y dos cojones que se ha venido aquí sin saber siquiera conjugar el futuro, y que la edad de mis dos acompañantes sumadas equivale a la mía.

Así que, cuando a las nueve de la noche llegamos al hostel totalmente destrozados y descubrimos que nuestra habitación de tres que luego eran cuatro acabó resultando ser de seis, que nuestro vecino eran vecinos y encima desordenados, y que – esto a mis compis ni se lo comenté – aquellas sábanas no conocían la lavadora desde hace años, no me quedó otra que venirme arriba y empezar a representar un papelón, quizá el mejor de mi vida: el de la treintañera experimentada a medio camino entre graciosa y viajada que reconfortaba a la compañía al grito de “don’t worry chavales, que sólo es una noche y mañana dormimos en casa”. En realidad me estaba dando un asco que me moría y haciendo que el BA hostel de Ámsterdam pareciese un cuatro estrellas, pero eso es otro post ;)