domingo, 16 de diciembre de 2007

¿Profesionales del asfalto?

Ahora mismo son la una menos diez de la mañana. Llego de Madrid. En taxi. Hoy tenía que pasar todo el día allí y he apostado por el transporte público (en estas fechas tan entrañables ir en coche es un suicidio). Y a la vuelta, sin el horario del búho a mano y con la post fiesta dando aún sus (espero que últimos) coletazos, he apostado por el taxi.

Tengo un amigo que cada vez que se monta en uno tantea al conductor y como vea el mínimo resquicio le suelta algo del tipo “por donde quiera, que aquí el profesional del asfalto es usted”, o, si el tío se la está liando, deja caer la pregunta, “¿usted como profesional del asfalto que es, no ha pensado quizá en invertir en un Tom Tom?”. La respuesta a estas preguntas suele depender del humor del increpado, de la hora a la que se formule la pregunta y, claro, del grado de alcohol en sangre de quién lo plantea.

Pero esta noche, a mi, perfectamente sobria, ganitas me han entrado de formular otra. Concretamente esta: “¿y usted como profesional del asfalto, qué opina de timar a sus clientes?”.

Para llegar a casa (a unos 18 kilómetros de Madrid), he tenido que coger no uno, sino dos taxis. El primero después de ponerme una cara rara al decir el nombre de mi pueblo, me ha dicho que montara, y cuando aún no habíamos alcanzado el límite de la ciudad le ha llamado su señora, que ya había salido del cine (también en el extrarradio pero no en mi pueblo) y que la fuera a buscar, aunque antes quería que le comprara un disco, con lo cual yo he pensado, ¿verdad?, que tanta prisa tampoco habría. Pues el tío me ha bajao y me ha mandado coger otro, lógicamente me ha descontado la bandera, porque ya le he informado yo que no me daba igual bajarme, y que me iban a volver a cobrar. Al final el tío balbuceaba que es que tiene un crío pequeño y tal y cual. No le he dicho que poca vergüenza tener a un crío pequeño en la puta calle más allá de la media noche de purito milagrito, y me he bajao.

A continuación, me he montado en otro que esperaba como viéndolas venir, con la luz apagada, pero aparcado y sin pasajeros. Cuando le he planteado la dirección se lo ha pensado un poco y me ha dicho: “bueno, monta”. Y he montado. Nunca antes había visto a un taxímetro correr tan rápido y a un taxista correr tan poco. Autovía abierta y vacía y nosotros a 80-90 km/h con dos cojones.

Profesionales.... ¿de qué?

3 comentarios:

Javier dijo...

Por eso los pobres tienen que revindicar subidas del 6% para el año que viene y no de más del 4% como marca un tal IPC...

Api dijo...

Yo mejor no te hablo de mi experiencia con los taxistas, porque da para un libro. Desde el que me tuvo una hora de madrugada explicándome cómo robar a un taxista (esto incluyó el numerito taxista agachado haciendo como que sacaba una maleta del maletero y diciéndome "Ahora bajas el portón, me das en los riñones y me quedo fuera de juego") o aquel que en pleno agosto a las cuatro de la tarde le explicaba por el walkie talkie que según "descargara a la clienta" tiraba para el pueblo que tenia el maletero lleno de petardos y cohetes...

aqui, como bien dice pepa la loba que es sabia, "con los vecinos y los taxistas es mejor no hablar"

Anónimo dijo...

Los mejores taxistas los griegos, te asomas a la calle. El tio se acerca, aminora, le chillas a donde vas y si va hacia esa zona te subes. Por supuesto si hay algún otro pasajero conpartes el viaje. Más que nada compartes los miedos, se te ponen de corbata...como conducen los jodíos.
Despues a restar del taxímetro la cifra que había cuando has subido.
A cambío los precios en Grecia eran baratos, si ibas en grupo de tres a la vez salía más barato que el autobus.

saludos

Ardi Latxa