jueves, 27 de diciembre de 2007

Polvo al polvo, cenizas a las cenizas

Allá por febrero Api daba por inaugurada la primavera (bendita pa’ ella) poniendo dientes y dejando a los muertos de 2006 enterrados con el año. Nadie los había invitado al 2007. Polvo al polvo, cenizas a las cenizas. Yo me apliqué el cuento y pensé que lo mejor era dejar los muertos por el camino, no olvidarlos – eso nunca, podríamos volver a cometer el mismo error – pero, no cargar con ellos. Los cadáveres es lo que tienen, que además de oler mal, entorpecen la marcha. Y así, con esa filosofía encaramos un 2007 que, ahora que acaba, podemos decir que, aunque – como siempre – a unas le haya ido mejor que a otras, en general no ha estado mal.

Sin embargo, y aunque nosotras no queramos, parece que ahora que acaba el año, nuestros muertos vuelven (o se revuelven, que para el caso...) Y no lo hacen bailando como los zombies del Thriller de Michael Jackson, no. Los nuestros se acercan escondidos bajo los trajes de gala de las fiestas de Navidad, o al amparo del teléfono móvil, pero están ahí. Sacan la mano de debajo de la tierra e intentan agarrarnos por los tobillos. Intentan impedir que huyamos dejándolos en el camino.

A veces, esos muertos, me recuerdan al hombre de Atapuerca. Que, así como sin querer, fue dejando restos aquí y allá para que los encontraran. Para que supieran de él. Para ser una presencia constante. Para que no le olvidaran. Lo que quizá ni el hombre de Atapuerca ni nuestros muertos se hayan parado a pensar es que, por muchos recuerdos que esconda, un polvo siempre será sólo un polvo, y el polvo se pierde entre las cenizas.

Queridos muertos nuestros... nosotras nos vamos pa 2008. Directas, al objetivo, sin desviarnos. Así que... si se os ofrece algo, ya sabéis dónde encontrarnos.

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