
Los de Vaya Semanita se atrevieron a decirlo en alto y... el resto de vascos lo afirmaron sin demora. Desde ese grandioso momento de la historia de la televisión, salir de bares por el País Vasco es una experiencia... diferente.
¿Por qué? Pues muy fácil... lo que antes era tabú ahora es pregunta obligatoria. Llegas y siempre hay un aguerrido mozo (que me gustan a mi los vasquitos...), un aguerrido mozo vasco, decía, que con eso de que tú vienes de la capital te pregunta aquello de: “¿y en la capital del estado qué se dice del problema vasco?”.
Hablar de política en los bares, pensaréis... ufff... qué pereza.... ¡pero no!!, no hablamos de política, sino del que de un tiempo a esta parte se ha convertido en el verdadero problema vasco (también llamado “el confliZto”): “En Euskadi no se folla”.
Y claro, tú llegas ahí, miras a un lado, miras a otro, delante, detrás... y estás rodeada de vasquitos (que me gustan a mi los vasquitos...) que además de ser muy guapos en su mayor parte, son super sonrientes, y piensas: “pues en la capital no sé qué pensarán, pero yo arreglaba el confliZto a base de sonrisas... y polvos”. Concretamente.
Hacía mucho, mucho tiempo que no me sonreían tantos tíos en una misma noche. Vale que, a pesar de que en Siberia-Gasteiz hacía un frío de pelotas en pleno mes de agosto (Fiestas de la Virgen Blanca, para más señas) yo me presenté con una bonita camiseta de tirantes así con volantitos de niña buena. Vale que en la camiseta (en inglés, eso sí, no tengo tantos cojones) se podía leer: “Espejito, espejito, ¿quién es la más guapa del reino?”. Pero estoy convencida – incluso apostaría la camiseta que aún tiene que darme a mi grandes noches de gloria – de que muy pocos de los que me sonrieron esa noche saben inglés.
Así que cuando llevaba ya unas cuantas sonrisas me atreví a emitir un veredicto. El problema no son ellos, no señor. El problema vasco son ellas. Ellas y la cuadrilla, claro. Porque yo estoy segura que de una en una no son así, pero en grupo... Esas cuadrillas de neskas que entran a los bares como Miuras a puntito de embestir. Y ellos, recios, como son, esperando ahí a porta gayola, con dos cojones.
No se les reconoce suficiente. Alguien debería darles un premio, hacerles la ola, al menos un aplauso; porque aguantar esa frialdad y seguir intentándolo, sábado tras sábado, bar tras bar, fiesta tras fiesta, txozna tras txozna,...
Eso sí que tiene que ser una negociación dura y difícil. Pero al final lo consiguen y llega el alto el fuego. Algunos incluso, alcanzan la tregua definitiva.
Pd. Federiko, va por usted.
Pd2. No os dejéis engañar por sus sonrisas... era sólo pa’ la foto.