miércoles, 27 de junio de 2007

El destino

Ahora mismito, mientras esperaba la que iba a ser la primera frase de este post, ha acabado la lavadora y como no soporto el pitidito (y, como dijo aquel, tampoco quiero que la ropa me coja olores) pues me he dejado el texto a medias y me he levantado a sacar la ropa. El caso es que mientras la movía a la zona donde voy a tenderla, me he chocado con una estantería y una foto en la que estamos Api y yo con nuestra mejor sonrisa, ha caído estrepitosamente al suelo...

Una anécdota, sí, pero si tenemos en cuenta que yo acababa de escribir algo acerca de las señales del destino... pues la foto en el suelo me ha dado pánico, “¿se habría roto?”, ¡no!, sólo estaba fuera del marco, pero intacta. Si eso fuese una señal del destino... Api y yo nos mantenemos juntas e inalterables a pesar de las distancias transoceánicas. Pero no era de Api y de mi de quién yo iba a hablar aquí... sino del destino. La realidad es que, incluso a Api le confesé hace bien poco que creo en el destino, o si no en el destino, al menos sí en sus “señales”.

No sé muy bien cómo explicarlo, quizá es que aún me avergüenza un poco decirlo muy alto. Supongo que se puede resumir diciendo que, simplemente en los últimos años, las cosas que antes observaba y tachaba de casualidades – a pesar de tener mucho que ver entre ellas -, ahora más que puro azar, me parecen el destino.

El caso es que me he acordado del destino porque La Niña de los Cuentos se va. Ella, la primera persona a la que le confesé que creía en el destino, se va. Sus ojos enormes – los mismos que no me llamaron loca por creer en esas cosas – me lo dijeron ayer. Como tantas otras veces entre nosotras no hicieron falta palabras, sólo me miró y lo supe. Aún quedan unos días para su marcha (estoy contenta por ella, no se va lejos, y se que siempre estará conmigo), pero ya la echo de menos. Seguro que ahora nos vamos a ver incluso más, supliremos la cercanía con tiempo, pero ella no estará arriba, y yo no estaré abajo.

Hoy me ha mandado un mail. “Sé que te va a gustar – me decía – a ti te encantan estas cosas”. Y sí, me ha gustado. Me recordaba que cuando Varita – otro de los buenos – se fue a triunfar al norte, le dejó en herencia su cactus. La Niña de los Cuentos lo ha cuidado durante cinco largos años y el cactus ha estado siempre bien, recordando su presencia entre nosotras. Hace una semana, justo cuando ella se planteaba marcharse, el cactus, sin razón aparente, murió. Ella lo interpretó como una señal de que su etapa en el mundo paralelo había terminado, y finalmente, así ha sido.

Puede que se me esté yendo la olla, pero... Niña de los Cuentos, yo, como tú, también creo en el destino. Y si el destino es como el de la imagen de este post, y como el tuyo, un destino lleno de arte... me lo creo todavía más.

1 comentario:

Api dijo...

negra, estoy fuera de juego, despues de subirme el paricutin, mas de 3000 metros de volcán, y no mentero de lo de los cuentos

en cualquier caso, la gente se suele ir siempre a mejor
besos
api