sábado, 30 de enero de 2010

Dublin doors

No sé que me pasa esta noche, pero no puedo dormir. Igual es que me he acostum- brado a dormir con el iPod y hoy lo tengo sin batería. Es raro, porque al dormir con música, no conozco los ruidos de esta casa por la noche. Por eso he tardado un rato en levantarme para identificar un sonido repetitivo que parecía llegar de la calle. Es mi vecino de enfrente. Está aporreando la puerta para que le dejen entrar, pero nadie le abre. Son las cuatro de la mañana hora de Irlanda, las cinco en España.

Hace un rato, a eso de las diez y media, estaba en la cocina haciendo la cena cuando escuché otro ruido. Me pareció la puerta de mi casa, pero al asomarme sólo vi una mochila tirada en el suelo de la entrada. Estaba al lado de la bici del Guitarrista, uno de mis compis de piso, así que he pensado que, como se iba de fiesta, se llevaba la botella dentro. Pero no. Era de Jota, otro de mis compis. La había metido en casa para liberarse y salir a ayudar a un vecino (otro). Al parecer al vejete se le había ido la mano con el pimple y no atinaba a llegar a casa. Vive en el 24, nosotros en el 13.

El mes pasado, mis amigas vinieron a visitarme por mi cumple. Hicimos un tour guiado por la ciudad. Nos contaron que las puertas de las casas de Dublín eran de colores fuertes y diferentes porque fue la solución que se les ocurrió para distinguir su casa cuando volvían borrachos. Hasta esta noche pensé que era una leyenda urbana.

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