domingo, 12 de agosto de 2007

Oda a la indolencia


La verdad es que había prometido a Lauren Miguel escribirle una oda “al más grande”, porque lo es, él lo sabe, y todos los que le conocemos lo sabemos. Ole, LaurenMi, Ole. Pero bueno, también había prometido ir a visitarle a su casa de veraneo y aquí estoy, en Siberia. A La Negra tres cuartos de lo mismo. Que si voy, que si no voy, y aquí sigo, perreando. Dispuesta a quedar mal con todo el mundo y a bordar, eso sí, mi propia oda a la indolencia o “I love holidays”.

Porque las vacaciones uno se las puede tomar de varias formas. Se puede salir del trabajo corriendo a coger la maleta y hacerse un maratón de ver sitios, conocer gentes, disfrutar de paisajes, catedrales, museos, tiendas, aeropuertos, estaciones de tren, estaciones de autobuses, gasolineras, albergues del Camino de Santiago… que no digo yo que sea una mala opción. Pero luego está también la alternativa Api’07, que podríamos denominar “pasivorra”, que ha optado por convertirlas en ese tiempo que (casi) nunca se tiene para no hacer nada. Y a esa tarea llevo yo entregada algo más de tres semanas, y con el alma serena y repleta de felicidad. En Cádiz llegó un momento que ni bajaba la silla a la playa, para ir menos cargada. Y porque al final a mí las sillas que me gustan son las de plástico malo, de esas que se te pegan a las piernas en los chiringuitos. A la vuelta, en los días de Madrid, los pasé de la cama al sofá, y del sofá a las terrazas. Sin pensar. Hasta que un día amanecí y me fui a seguir dejándome querer, esta vez por el papa y la mama. Y allí estuve casi una semana, hasta que al borde de la inacción, física y mental, decidí que era el momento de escapar a un sitio más tranquilo. Y en ellos estoy, entre libros, cañitas, fríos polares, obras de teatro y poca actividad más. Pasado mañana aterrizo en Madrid, con un día de antelación para que me de tiempo a aclimatarme a la actividad.

Qué le vamos a hacer. Nadie es perfecto. O sí?

PD. Sé que Pepa está viendo pececitos de colores y La Negra dándole a la rica raba. Pero el resto podía manifestarse y dar envidia, que para eso también están las vacaciones.

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