
Pero… como todo acaba (lo malo también), este fin de semana me fui a casa y rumbo al norte, con frío, lluvia y nieve, pero sin apenas coches interrumpiendo mi camino me reencontré con el placer de subir la música y pisar a fondo. Me reencontré con el placer de conducir y, cuatrocientos kilómetros más tarde, me reencontré también con mi humor perdido.
Completamente venida arriba después del viaje de ida, ayer volví a probarme. Quería saber si de verdad había disfrutado tanto del mismo viaje de siempre o sólo había sido un espejismo. El experimento fue un éxito. Después de 200 kilómetros por carreteras comarcales adelantando camiones, subiendo puertos, trazando curvas y dejándome deslumbrar por el sol reflejado en la nieve de las cunetas llegué a Burgos feliz. Los 200 kilómetros restantes fueron coser y cantar. Ni el atasquito de turno me cambió el humor.
El resto del fin de semana ha sido estupendo, pero conducir así mientras la BSO de Reservoir Dogs sonaba a todo volumen fue lo que hizo “click”. Sólo espero que la DGT no me estropee el momento ;-)
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