martes, 10 de marzo de 2009

Hace un año más o menos...

...escribí un post en el que hablaba de una tía que iba a cambiar de vida y llamaba a la radio a ver qué tal tiempo iba a tener para hacerlo. La llamada me llamó la atención y procedí a comentar. Hablé de ella y de cómo, después de colgarse de un tío, ambos habían dejado sus trabajos, vendido todo lo que tenían e invertido el dinero conseguido en comprar un barco para vivir en él mientras recorrían el mundo.

El viernes, antes de meter el cd de Reservoir Dogs y empezar a cantar, justo cuando yo empezaba ese viaje casi perfecto que os contaba en el post anterior, en la radio Gemma Nierga le daba una sorpresa a Juan José Millás: tenía en antena a la chica del barco, a esa que hace un año lo dejó todo para cambiar de vida. Y ahí, cuando todos la hacíamos hablando desde una radio de barco, con el ruido del mar de fondo, la chica sonó alto y claro: estaba sentadita junto a la presentadora en el estudio de Barcelona.

El maligno tono de voz de Juan José Millás cuando dijo: “ajá, has fracasado entonces”, fue pelín cruel, pero reconozco que yo también lo pensé aunque ambos nos equivocábamos: la aventurera no había fracasado, sólo estaba visitando a la familia en Barcelona. Hoy mismo (bueno ayer, que son más de las doce) volvía a Malta donde estaba atracado su barco para seguir con su viaje.

Como era de esperar el año pasado, la navegación sigue sin ser lo suyo, pero en compensación hablaba con verdadera pasión de la vida en los puertos. Por lo visto hay una amplia fauna de este pelaje por el Mediterráneo, gente que se dedica a navegar poquito y atracar muchito, que van de un puerto a otro y al llegar se instalan allí, en su casa flotante, por un tiempo que oscila entre uno y tres meses. Tienen reuniones, se intercambian libros, se juntan en el barco de unos o de otros para tomar algo... y si les entran la morriña se buscan un low cost y se vienen para casa a ver a la familia. Luego, cuando están aquí, añoran su barco, y vuelven a su vida flotante.

Reconozco que, a pesar de que, después de oírla, sigo pensando que llamar a eso aventura es un decir, la tía me cayó bien, mucho mejor que la primera vez. Creo que no lo dije, pero en aquella ocasión pensé que más le valía que le durase el novio, porque si no... Ahora, después de oírla – y de oír al novio también, un holandés bien majo que con esa voz sólo puede ser también bien guapo – la tía me sigue pareciendo una burguesita dispuesta a jugársela por el hombre de su vida, pero al fin y al cabo, se la ha jugado y eso, merece todo mi respeto.

En aquel post, también comenté que todo esto me llamaba especialmente la atención porque coincidía con el cambio de vida – también como navegante – de mi ex y que, como yo no me veía capaz de hacerlo, me conformaba con ponerme a régimen.

El resultado entonces fue una ristra de comentarios de esos que tanto nos gustan a Api et moi. Entre ellos destacó por la novedad el de un vitoriano errante que desde entonces tiene a bien visitarnos y dejarnos comentarios de cuando en cuando. En su postdata decía:
Respecto a lo dejarlo todo os digo que la India hay mucho colgado buscado el karma y otras chorradas, pero todos con billete de vuelta………

El tiempo le ha dado la razón... los colgaos – todos – tenían billete de vuelta y yo... yo me he vuelto a poner a régimen.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Negra, “por alusiones”, que por cierto se agradecen, a todo el mundo le gusta que se acuerden de uno ;-).

Me gustaría añadir un nuevo personaje a esta fauna de gente que busca grandes giros a su vida. Los que se les queda pequeño su “pueblo”.

De estos conozco un montón, posiblemente porque en esta vida, nadie pensaba que iba a terminar viviendo cerca de mi “pueblo” (ya cuando estaba en la universidad se me ocurrió irme un año a trabajar a Helsinki y otro a Copenhague). Por mi trabajo, conozco a un montón de estos tipos, que se han pasado toda su vida viviendo en muchos sitios diferentes y lejanos. Es una vida apasionante y muy enriquecedora (la gente más interesante, culta, educada…..han sido los hijos de los diplomáticos que he conocido). Pero esta gente cuando vuelve a casa, al poco tiempo, se empieza a agobiar y enseguida quiere volver a partir.


Esta vida, que muchos envidian, puede parecer maravillosa, y así suena en un primer momento, pero cuando entablas una relación más profunda, que normalmente es fácil, cuando estas lejos de casa y te encuentras con un compatriota compartiendo copa y conversación, te acaban reconociendo que lo que realmente echan de menos es unas raíces, que las suyas, ya las han perdido y que al final, el ir de un sitio a otro, no es más que una especie de huida, en muchos casos a ninguna parte y en otros en busca de un lugar para intentar echar de nuevo sus raíces, y ver si al final, acaban germinando. Es cierto que alguno acaban encontrándolas, estos, al encontrar a alguien para compartir la vida, en alguno de estos sitios. Pero la gran mayoría, sigue errante por el mundo, con sus recuerdos a cuentas, y con un billete, de ida y vuelta a casa, por navidad.

El otro día pase por Vitoria, había quedado con los colegas para salir de juerga (que coste que trabajo a 20’ de Vitoria, y cuando estoy por aquí vivo a una hora, pero cada vez voy menos por la capi), hacía un día maravilloso, frió, seco, pero soleado y aproveche para dar un paseo hasta Armentia. Mendizorroza, el Estadio, el frontón todo sigue igual, hasta el Santo estaba en el mismo sitio que ha estado siempre, y aun tenía restos de pintura de la penúltima gamberrada. En esas piscinas he pasado la mayoría de las tardes de verano de mi infancia, pero aun estando todo igual me pareció tan diferente y lejano. Pero ahí, el único que realmente había cambiado, era yo. A pesar de todo, me siguió pareciendo que todo aquello formaba parte de mí, y eso me hizo sentirme bien, feliz.


vitoriano errante

LaNegra dijo...

Será la edad, pero... a mi este fin de semana me ha pasado algo parecido.

He estado en mi pueblo y el domingo por la mañana me acerqué a Santander un ratito - hacía mil años que no visitaba "la capi" - y es un poco lo que dices, alguna carretera cortada, algún edificio nuevo pero en esencia lo mismo.

La que había cambiado era yo, o bueno, nosotras, porque iba con mi mejor amiga que de repente, sin vernir a cuento se miró la barriga (está a punto de tener su segunda criatura) y dijo: "qué fuerte, casada y con dos hijos". Yo sólo añadí: "sí tía".Y las dos sonreímos.

Supongo que tienes razón, sentir que formas parte de algo, o que algo forma parte de ti te da una ración extra de felicidad.