martes, 7 de diciembre de 2010

Me hago mayor

Y no sólo porque en unos días me caigan 37 castañas, no, es mucho peor... me acabo de descubrir a mi misma haciéndole una peineta disimulada a la tele mientras mascullaba por lo bajinis “no te lo crees ni tú”.

Al otro lado, como no podía ser de otra manera, la cadena del toro y un debate sobre la violencia de género en el que (excusa non petita acusatio manifiesta) la presentadora decía que no es que ellos no estén del lado de los débiles no, es que ellos están también con los que son víctimas de denuncias falsas. La capacidad de manipulación del lenguaje (y con él todo lo demás) de estos señores es incalculable, cuando crees que lo has visto todo (durante la publicidad sin ir más lejos, en un anuncio en el que aseguran que el estado “programa” los embarazos de la gente – a lo mejor programan polvos y yo no me he apuntado al reparto, mira tú -), cuando eso digo, oyes a la presentadora decir lo otro y sin darte cuenta, estás levantando el dedito, como si fueras un Mr. Ánsar cualquiera.

Un gesto que no me gusta y que sólo sale de mi mano cuando en la carretera me han calentado mucho, mucho, mucho. Vamos, una acción que relaciono con lo peor de mi, igual que mascullar. Pero ahí estaba yo hace un momento...

Lo mismo es que todo se pega y tanta convivencia paterno-filial me está matando: el gobierno y el Barça (depende de la semana por ese orden o no) hacen que mis padres mascullen continuamente, una característica que siempre me ha parecido muy “de viejo”, como aquellos abueletes que saludaban a los de la tele porque pensaban que estaban en medio del salón de verdad. Sin embargo, adaptarse o morir, he desarrollado una rara y hábil capacidad de ignorarles a ellos y a la televisión. Nada me turba, nada me espanta, y si lo hace, lo sufro en silencio, como áquel las hemorroides, todo por evitar el debate político o futbolístico (bueno, vale, en éste sí entro a veces). Por eso mismo me ha sorprendido mi reacción de hace un rato, sobre todo porque en ese momento estaba sola frente a la tele.

Lo mismo es que no sólo ellos se hacen viejos...


pd. al ver la foto me he acordado de los amigos de Api, los controladores, pero juro que ha sido puritita casualidad...

domingo, 5 de diciembre de 2010

Parece que por fin vuelo

después de un fin de semana que no se lo deseo yo más que a los controladores y a todas sus madres, cónyuges y descendencia, parece que por fin esta noche voy a poder levantar el vuelo. ayer fue imposible porque la aerolinea con la que viajo no tiene vuelo los saturdays night. el vuelo de hoy se supone que iba lleno y el hermano de mi (hasta ahora único) píer de referencia no pudo hacer nada desde la agencia. asi que no tuve más remedio que echar mano de mi único contacto. y asi, el excelentisimo señor director de comunicación de (en adelante) mi aerolínea de referencia me ha conseguido colar en el vuelo de esta noche. en un par de horitas los padres del relojero me llevan al aeropuerto.

he perdido dos días de vacaciones gracias a estos amabilisimos hijos de la gran puta, pero bueno, si consigo despegar en cinco horas me doy por contenta

sigo con los dedos cruzados.

sábado, 4 de diciembre de 2010

aqui me he quedado

Pues en tres horas se suponia que aterrizaba en Buenos Aires. Y aquí estoy, en mi palacete madrileño. yo soy una de ese cuarto millón de personas a las que los controladores les han jodido las vacaciones. después de una tarde noche para olvidar en barajas, me volvi para casa con un billete para dentro de tres dias. me voy a ir a buenos aires (14 horas de vuelo) para cuatro dias, pero la alternativa es dejar solo a ndru y al píer, quedarme sin volver a la recoleta, perder el vuelo a montevideo...

no sé si será la edad, pero a pesar de todo lo que pasé, vi y oi ayer, estoy bastante tranquila. jodida, porque llevaba meses planeando esto, currando doce horas al dia para poder dejar todo acabado... y ahora me quedo en casa hasta por lo menos el lunes por la noche.

tela. no tengo ni ganas de insultarles. no me sorprendió la cara de pena que tenia ayer la gente en el aeropuerto, me llama mucho más la atención lo civilizados que fuimos todos.

qué asquito de gente y de pais.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Drugstore Cowboy

Anteanoche hablé con Lauren que, si todo va como debe, a estas horas estará dispuesto a quemar la noche dublinesa (exactamente el mismo viernes que yo hace un año, por cierto). Dice que necesita un cambio personal y laboral y está buscando curro más allá del Cantábrico, así que últimamente se está dando rulos por Europa a ver qué tal se le da. Este finde toca Dublín, un valor seguro, en mi opinión.

Pero no era eso lo que os quería contar, eso son sólo un par de detalles para que os hagáis una idea de su situación: acaba de cumplir 30 años y, aunque sigue triunfando en la noche madrileña - especialmente entre la parroquia guiri -, dice que está cansado de la ciudad, del trabajo, de... vamos, que le ha pegao la típica crisis de los 40, pero diez años antes. Lauren es así, un adelantado a su tiempo.

Me llama a las nueve de la noche desde la calle, llevaba todo el día teletrabajando y quería despejarse, así que se ha ido a dar un paseo: "acabo de darlo todo en El Corte Inglés, Negra", me cuenta. Y yo, ingenua de mi, pensé que se habría comprado tremenda camiseta del dolor para que este finde las irlandesas olviden su educación católica en brazos del spanish. Pero no, lo que se ha comprado es un contorno de ojos de Biotherm que le ha costado una pasta. Tras recuperarme del ataque de risa le digo que si se ha vuelto loco, y me contesta, muy pausado, que no, que ya le empiezan a salir arruguillas alrededor de los ojos y que hay que empezar a cuidarse, que ya tiene 30. Le digo que la dependienta ha tenido que flipar y me dice que sí, que la tía debía pensar como yo, porque le había dicho que con un poquillo que se echase bastaba, que él "aún no lo necesitaba mucho", pero que aún así, había sido muy maja y le había regalado un neceser lleno de muestras. Sólo hay una persona a la que le gusten más las muestras que a MBlue y a MeriPeich: a Lauren. Vamos, que marchaba él pa'casa encantando con los potingues.

Le contesté que, obviamente, y como buena vendedora, la muchacha habría visto el filón y por eso le había regalado las muestras. Si con 30 recién cumplidos - que fijo que se lo contó - venía a por contorno de ojos, éste en dos años le compra el corner de Biotherm enterito para él solo. Se rió él y me dijo: "bueno, eso y que también la hice reír". Ahí es donde me empezó a dar miedito y pregunté: "¿qué le dijiste?", y Lauren me contestó: "nada, que si las cremas eran buenas, seguro que volvía, y que fijo que lo eran porque ya se veía que ella tenía la piel muy tersa". Ter-sa, con dos cojones, a una jovencita de El Corte Inglés.

Y en esas estaba yo, recuperándome de mi segundo ataque de risa consecutivo y diciéndole que es un crack, cuando me dice como para justificarse: "Negra, que necesitaba desfogarme un poco, que esta semana he estado muy nervioso con las entrevistas de trabajo, como son en inglés y eso... pues me tenso más". Claro, claro, le digo yo, es normal, pero bueno, tú hablas inglés bien y seguro que te salió guay... "sí, sí - me interrumpe con el tono mucho más animado- que además lo que hice fue tomarme un tranquilizante un rato antes y así la hice mucho más relajado". ¿Tranquilizante? ¿ para una entrevista de trabajo ¡¡en inglés!!?? "Bueno, un relajante no - me corrige - me tomé un Lexatín". Ahí, ojiplática del todo y en medio del tercer ataque de risa, empecé a pensar en la combinación de cremas y pastis, y sólo atiné a decir: "tú lo que eres es un Drugstore Cowboy, Lauren, y lo que tienes, es mucho vicio".

Él se empezó a reir y sólo añadió una palabra: "sí".
Genio y figura.

martes, 19 de octubre de 2010

El seductor

Imaginaos la escena. Madrid, Gran Vía esquina con Montera, sábado noche, 6.05 h, 6ºC y 0 taxis. Después de 20 minutos intentando parar un taxi que no llegaba decido echar andar calle abajo, dirección Cibeles y que sea lo que la EMT quiera (a poder ser un buho que llegue prontito). Por el camino sólo parejas. O los solitarios no cogen taxis (¿por eso no lo encontraba yo?), o ahí pilló cacho hasta el apuntador a pesar de que Gallardón se empeñara en cerrar los bares a las 3.30 h. Aunque ahora que lo pienso... a lo mejor fue eso, igual con el frío, la gente se arrimó más.

El caso es que, más o menos ligera, me baje Gran Vía hasta Alcalá, y de ahí a Cibeles sin encontrar una luz verde que llevarme a los ojos. Terminé en la parada del 20 a las 6.35 h., mi bus había pasado hacía dos minutos, no sabía cuánto quedaba para el siguiente y estaba jodida de frío. En ese momento llega, por partes, una cuadrilla de tíos. En el inicio de la treintena y borrachos, muy borrachos. Se ponen a mi vera y, el más borracho – y más guapo – de todos me mira y se tambalea, y no por mi belleza precisamente. Por si la vomitona decido dar un paso atrás y esconderme detrás del cristal de la marquesina. Llamadme cobarde si queréis...

Y en esas estaba yo cuando por el flanco izquierdo (el de la cuadrilla) se me aparece un tipo nuevo con cara de despistado. Mira el cartel de los buses, mira a la carretera, vuelve a mirar el cartel de los buses, me mira a mi y dice: “perdona, es que tengo que llegar a Cuzco y no sé muy bien qué autobús tengo que coger”. Y yo, que a veces parezco nueva, en lugar de decirle, “pues chico, pregunta a un guardia”, me puse a mirar los carteles por él (como si no supiera leer) y a decirle pues éste no, éste tampoco, ni éste... y tres marquesinas más allá seguía diciendo lo mismo con el tío detrás. Entonces, justo en ese momento, caí en que el que va a Cuzco es el 27 (¿qué recuerdos, eh Api?) y que el 27 se coge en otra parada, cruzando la carretera. Se lo digo y el tipo sigue mirándome fijamente. Por educación, le sonrío y vuelvo a mi marquesina. El tío viene detrás y me dice: “¿te importa que te acompañe mientras esperas el bus?.

A partir de aquí, si yo fuera una tipa con suerte, el desconocido perdido con cara de despistado sería en realidad Jon Kortajarena, muerto de frío y lejos de casa. Yo le hubiera invitado a mi cama y Api (que es la que ponía la casa) lo hubiera entendido dadas las circunstancias. Sólo para que el chico no muriese congelado, you know. Pero como no lo soy, el muchacho en cuestión ni tenía frío, ni estaba lejos de casa y, lo que es peor, después del numerito de interpretación de los carteles, no supe como decirle que se perdiera. El tío me dijo que esperase un segundo, se fue a despedir de los colegas – sí, era de la cuadrilla del guapo borracho – y volvió a mi vera. Qué queréis que os diga... mi cerebro congelado no daba para más. Así que me consolé a mi misma pensando que no parecía peligroso y lo mismo así se me hacía la espera más corta. Me equivoqué.

A la vuelta el tipo se vino arriba y empezó a soltar su discurso de seductor. Que si estaba recién aterrizado de Londres, que si había quedado con sus amigos de siempre para salir por Madrid como en los viejos tiempos, que si no se había dado cuenta de cuánto lo echaba de menos hasta esa noche... y ahí, cuando estaba a puntito de tocarme la fibra sensible, va el tío y suelta que la noche ha sido “entrañable”. ¿¿¿¿¿¿Entrañable?????? Me faltó un ruido de fondo chirriante como en los dibujos animados... ¿lo estaba diciendo en serio?... sí, lo hacía. Además parecía buscar feedback, así que – con la voluntad bajo cero ya a esas alturas – se lo dí: yo también estaba de reencuentros en Madrid esa noche, bla, bla. No le importaba, a los dos segundos me estaba preguntando: “¿te puedo hacer una pregunta muy personal?”

Y digo yo... si a vosotras un tío a esa hora y en esas circunstancias os pregunta eso, ¿qué habríais pensado?. Pues lo mismo que yo, que quería saber si tenía novio, así que le contesté que él preguntara, que ya veríamos a ver si le respondía. Y el tío disparó: “¿tú dónde has perdido más peso, en Irlanda o aquí en España?”.

¿Peso?, ¿perder?, ¿¿¿¿¿me estás llamando gorda hi-jo-de-la-gran-pu-ta???? ¿así quieres ligar tú?, pero el tío seguía entornando los ojitos en plan seductor. No me estaba llamando gorda o, en su defecto, me intentaba hacer ver que a él no le importaba que lo estuviera, entendía que unos meses fuera causan ese tipo de problemática.... no me quedo claro.

Siguiente pregunta: “¿qué edad tienes?”. Too much for me, babies. Le miré y sólo acerté a decirle: “mal”. No entendió y yo repetí: “mal, así mal”. Siguió sin entender y le aclaré: “no le preguntes a una tía la edad hombre, y menos cuando tiene pinta de no cumplir ya los 25” (...y menos aún cuando la acabas de llamar gorda). Lo intentó arreglar diciendo que me echaba 29...

En ese momento llegó el 20. Él, convencido de su encanto personal, aún me dio dos besos antes de subir al autobús...

lunes, 27 de septiembre de 2010

Memorias de una dependienta

Pues se acabó... Se acabaron las cortinas, los estores, los paneles japoneses y esas persianas de screen que tanto se llevan ahora y tanto me han hecho sufrir. Adiós a las alfombras de pelos, a las de lana tejidas a mano, a la moqueta con goma y a la de fibras naturales. No más sábanas 100% algodón, ni tampoco las de mezcla con un 50% de poliéster. Bye bye figuritas, marcos de fotos, cajitas de corazón envueltas para regalo y cojines de Hello Kitty. Hasta la vista papeles pintados y catálogos de telas. Sayonara muebles. Mi época de dependienta ha tocado a su fin.

Para la memoria quedarán mi look de cenicienta cuando, al llegar cada mañana, me ataba la coleta para pasar la escoba y la fregona; las primeras cortinas que vendí (de cocina, blancas, con lunares de colores y volantes); la vez que metí la pata y, justo después de haberles enseñado la pieza de cuerpo presente, aseguré sin pestañear que el tiempo de demora en hacer las cortinas dependía de lo que tardaran en mandarnos la tela; mi poco arte planchando; las sonrisas que le echaba al transportista de Chronoexprés; el día que “coloqué” una funda nórdica de hace 25 temporadas o ese otro que intenté “revolucionar” el marketing directo del negocio colocando en el suelo para el fin de semana alfombras de distintos tamaños.

En el olvido almaceno los interminables dolores de piernas; el día en que las cortinas de la clienta más maja del verano quedaron mal; aquella tarde en que la pija tacaña de turno me llamó “mala profesional” por no querer hacerle el trabajo sucio; esas otras en que mi compañera no me dirigía la palabra; y también la tarde que me entraron ganas de matar a una pareja de viejos que, después de deslomarme a conciencia, se fueron sin comprar ni una de las alfombras que me habían hecho enseñarles (cargando con ellas, se entiende).

De este largo y cálido verano de cortinas y colchas me quedo con la admiración por mi mejor amiga (a la sazón mi jefa en estas semanas) y cómo se lo curra para que de ahí coman una docena de familias; de mi propia capacidad de adaptación al medio - sí, esa que sonreía y decía con acento pejino aquello de “¡qué lin! ¿vaya guapa que te ha quedado la colcha, eh???”, era yo -; mi empatía por todos aquellos curritos de sábado a los que les llueve el ansiado domingo; una especie de tic que me hace analizar todas las cortinas que veo; y la firme promesa de no ir con mi madre a comprar las cortinas de mi futuro hogar conyugal, si es que alguna vez lo tengo.

El final del verano, por fin, llegó.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

semos frikis

podría hacer de corrido un listado de entre 15 y 20 cosas catalogables como "de no creerse" que he visto este verano, pero entre todas me quedo con un tipo de 25-30 años apoyado en una valla en una playa de conil mientras se quitaba la arena de los pies, pechaca al aire, en cuyo brazo se había tatuado 11-VII-2010, y encima la estrella de campeones mundiales.

domingo, 22 de agosto de 2010

Esos pequeños placeres...

Esta semana he tenido un par de momentos de esos a los que antes no dabas importancia y ahora disfrutas tanto que hasta te parece que esa que está ahí gozándola, no eres tú. Son cosas tan pequeñas, tan insignificantes, que para la mayoría pasan desapercibidas, hasta para ti lo hacían hasta hace poco, pero de repente, los redescubres y, sospecho, nunca volverán a ser ignoradas por su pequeño tamaño.

El primero fue el miércoles pasado. Llegué de trabajar y al abrir la puerta del salón, ahí estaban todos: mi madre, sentada planchando frente a la tele, mi padre tirao en el sofá como si se hubiera caído del techo, y mis dos hermanos, uno – el mayor – tirado al lado de mi padre en su misma postura (cada día se parecen más), y el otro – el pequeño, que en realidad es mayor que yo, pero es el pequeño de los dos chicos – sentado en el otro sofá, contando a todos cómo le había ido el día. Cuando vi la escena sólo dije “¡qué!”, solté el bolso y fui corriendo (sin que se notara para que el momento no se rompiera), a sentarme en al lado del que estaba hablando. No creo que ellos fueran conscientes, pero hacía años que no estábamos así: los cinco solos. No había mujeres, ni hijos, ni amigos, ni novios, ni perros, ni vecinos... sólo estábamos nosotros, con vidas tan diferentes a las de entonces, pero en la misma postura, todos alrededor de mi madre mientras ella hace algo (cocinar, planchar...) y el resto – que no ayudamos demasiado, pero damos mucha conversación – escuchando cómo el pequeño cuenta sus peripecias del día y opinando.

El segundo ha sido hoy. Se han ido todos. El verano se ha casi acabado y la casa se ha quedado vacía. Cuando mi hermano el mayor y su family se van (viven en un pueblo de Madrid), el pequeño y la suya, que viven aquí, también vuelven a su casa en lugar de estar todo el día en la de mis padres, o sea, en ésta. Así que después de casi un mes de ruidos continuos, hoy a eso de las cuatro y media, mi padre se ha ido a la cama a echar la siesta, mi madre se ha pirao al bar a echar la partida con las amigas y yo – ¡¡¡al fin!!! – me he quedado sola con la tele, el sofá y el silencio todos para mi.

Que, además, en un canal digital programaran “Orgullo y Prejuicio” sólo ha podido ser una señal de que todo va a ir bien.