
Esos tíos suelen ser el tipo de chico que tus amigas creen que es perfecto para ti mientras tú piensas en tirarte al menos indicado, ese que no le gusta a nadie y lo que es peor, ese al que no le gustas tú. Pero las tías – bueno y algunos tíos – solemos ser así: poco práctic@s.
A mi me encantaría serlo y colarme por el típico chico que le encantaría a mi madre, pero en su lugar, el único que he presentado en casa tenía el pelo más largo que yo (fallo totalmente perdonable en mi casa, pero no en otras), era más joven que yo (ídem) y era más rojo que yo (este último defecto de fábrica en mi casa lo perdonan, pero les cuesta). Total, era el hombre imperfecto para mi familia, pero no para mi. Para mi sus imperfecciones eran otras como su egocentrismo recalcitrante, su dependencia de la opinión de sus amigos sobre él mismo, o su forma de combinar la ropa, pero... se lo perdoné.
Cuando, después de dejarme, quedé con él un día a tomar cañas – el único y el último – y se presentó con bigote de mariachi y aún así acabamos follando, me di cuenta de que ya no sólo había aceptado sus defectos, estaba en modo “le perdono los ascos” y eso es como lo de besar ranas... puritito vicio.
Y justo de eso hablábamos LaJalmu y yo: de los ascos. Qué asco de barba, qué asco de pelo, qué asco de camiseta puesta un día tras otro con 35 grados a la sombra (lo de “yo es que no sudo” ahí no cuela, se siente) pero aún así... te lo follarías. Pa viaje corto, es posible, pero te lo follarías. Eso sí, no sin antes repetir una y otra vez a boca llena eso de “que aaassscooo” de tal o de cual, pero... en palabras textuales de mi partenaire de conversación: “estas son las cosas q no entienden los tíos, te da asco muchas cosas, peeeeeeeeero, te lo quieres tirar”. También literalmente, mi respuesta, después de una amplia carcajada, ha sido: “eso es lo malo, que cuando le perdonas los ascos, estás perdida”.
Y ahí estaba yo, recreándome en los ascos que me he tirao a lo largo de mi vida (que han sido varios, lo confieso), cuando LaJalmu me ha vuelto a la realidad contándome que este tema es uno de los favoritos de su amigo El Hombre Tranquilo, que nunca ha entendido por qué si no te gustan un montón de cosas te lo quieres tirar. Él diría: “yo no tengo barba, me lavo el pelo, y me cambio de ropa... ¿por qué no yo?”
Y ahí no te queda otra que recurrir a la peor respuesta del mundo: porque no. Y dejarlo ahí. Porque si sigues, intentando evitar el “aquí no hay chispa ni quien la encienda”, acabas en lo de te quiero, pero como amigo y... la mayoría de las ocasiones, no hay nada peor.
Y todo esto os lo cuento desde el lado del que decide, porque, como me decía LaJalmu: “yo le entiendo”. Lamentablemente para mi, he de añadir que yo, también.