sábado, 7 de junio de 2008

En Madrid no se hablaba de otra cosa

Llevo casi 17 años viviendo en Madrid, 15 de ellos en la ciudad, sólo hace un par que me he venido al extrarradio. En todo este tiempo he oído mil veces esa frase: “en Madrid no se hablaba de otra cosa”, pero nunca hasta ayer le encontré más sentido que el de una frase hecha.

Ayer era el día después de “lo de José Tomás”. Los periódicos, las radios, las televisiones... hasta yo que no soy taurina, ni sigo la feria, ni me sé los carteles de cada tarde, me enteré de que José Tomás había salido el jueves por la puerta grande. 4 orejas 4, algo difícil de conseguir en cualquier plaza de primera y casi imposible en Las Ventas, la exigente.

Nunca le he visto torear, ni siquiera por la tele cuando aún no se negaba a que sus corridas se televisaran, pero algo tendrá cuando todo el mundo – los taurinos y los no tanto – se rinden a lo que todos sin excepción llaman “su arte”. Morir o matar. Por ese orden. Nadie utiliza la viceversa, aunque para el caso tanto valdría. Todos, sin excepción, dicen que José Tomás sale a morir o matar, nunca dicen que salga a matar o morir. En palabras del diestro: "un torero debe estar dispuesto a jugarse la vida 12 tardes al año". Parece que el jueves, se la jugó.

Los que entienden – no seré yo – aseguran que ha nacido un nuevo Mesías, que ha entrado en el Olimpo de los dioses del toreo, que la historia dirá que Tomás hablará de tú a tú a los míticos: a Joselito, a Belmonte, a Manolete, a Bienvenida, a Ordóñez, a Curro, a Antoñete....

Será en la historia y en el Olimpo, porque en la vida nuestra de cada día aseguran que es un tipo raro, huraño y parco en palabras, que vive por y para el toreo como un monje entregado a su religión, pero con unas creencias que, como todo, él interpreta a su manera. En lugar de llevar un altar con santos y vírgenes, en lugar de rezar cuando está en la plaza, él recita canciones de Sabina en el burladero. Mitos y realidades se mezclan en su particular olimpo y seguramente por eso, un 28 de agosto - el mismo día que Islero mató a Manolete – tenía que torear y lo hizo vestido de purísima y oro, los colores con los que Sabina había vestido al torero de Córdoba para su muerte en una canción. En realidad cuando murió, Manolete iba vestido de rosa palo y oro. En realidad la canción estaba dedicada a José Tomás.

El jueves repitió. Quizá no traje, pero sí colores. De purísima y oro, otra vez. Hacía 40 años que ningún torero cortaba cuatro orejas en la misma tarde en la plaza de Madrid. Al día siguiente los papeles aseguraban que “los aficionados cantarán esta gesta de generación en generación”. Yo eso no lo sé. Lo que sí sé, lo que sí os aseguro, es que yo ayer estuve en Madrid, en la ciudad, y... no se hablaba de otra cosa. Yo lo oí.

2 comentarios:

Api dijo...

Pues yo no he hablado de José Tomás. Es que en realidad me dan igual los toros, los toreros, José Tomás y su leyenda. Y vivo en Madrid. Llamadme rara. Sólo estuve comentando con Pepa la Loba la víspera de que actuara de si las teles entraban o no a la plaza y por qué sí o por qué no. Que no es porque él se niegue asi sin más a que le graben y se acabe con parte de esa leyenda (como yo, incauta, pensaba) sino porque no le pagan lo que él quiere que le paguen.

Me carga el mundillo taurino así en general, y el palestismo castizo en particular.

Federiko dijo...

Pues yo no solo no soy taurino, sino que soy anti-taurino. Nunca iré a una plaza a manifestarme contra los aficionados taurinos, me basta con no dar un duro al negocio, pero me sirven unas breves imágenes para decantarme entre los que insultan en un lado y los que responden desde el otro con gestos tan marciales como agarrarse los huevos y similares.