jueves, 24 de abril de 2008

Señora de...

Esta tarde, al salir de currar, he ido a la pelu. Un tintazo de urgencia para el puente. Entre que hay crisis y que llueve, la cosa estaba tranquila, ha sido llegar y pillar. Revista del coraçao, colocón de tinte y calorcito para que fije. Casi no había gente, así que, en lugar de conversaciones tontas sólo se oía el murmullo de los secadores. Prácticamente el paraíso... hasta que hemos llegado al aclarado.

Yo me había sentado, y me disponía a disfrutar de un masaje capilar en un agradable silencio cuando éste se ha roto. ¿La culpable? una chica de entre 25 y 30, un poco pija, pero vestida de alternativa con su camiseta llena de smileys fluorescentes, que llegaba gritando por el pasillo que cuánto tiempo, hay qué ver, y fíjate que hasta habéis cambiado los asientos. Y detrás de esto, su siguiente frase ha sido – más o menos textualmente – ésta: “yo creo que hace como un año que no vengo. Bueno... ¡¡hasta me he casado!!” .

Yo he flipao, y a juzgar por el tiempo de reacción de la peluquera, ella también. Porque vamos a ver, una tía que hace un año que no va por la peluquería, buena clienta no es, eso está claro. Amiga, amiga de la peluquera, pues tampoco, porque si se ha casado y ella no lo sabe es porque no le confió el moño del día más importante de su vida. Y ahí es donde yo he empezado a preguntarme qué pintaba la otra contándole que se ha casado. Y sólo se me ha ocurrido una respuesta: ganas de contarlo. Respuesta que se ha confirmado unos segundos después cuando – encantada de escucharse a si misma hablando sobre el que todos creíamos que era su nuevo estado civil – la tía ha rematado: “y me casé en agosto, así que fíjate si hace tiempo que no vengo”.

Así que, recapitulando, no es buena clienta, no es amiga, y encima la novedad no es un atenuante. La peluquera, una profesional, ha intentado cambiar de tema diciéndole que la había visto en la tele (la pija es periodista al parecer) pero ella, a lo suyo. Ha driblao como una campeona, para seguir hablando de su tema: “jo y aún sigo diciendo mi novio – risita tonta – pero luego me corrijo y digo mi marido”.

“Mi marido”. Mientras a ella se le llenaba la boca, a mi se me iba llenando el cerebro con un pensamiento único: “qué fuerte”. Que ser una mujer casada sea tu máxima aspiración en esta vida me parece discutible pero respetable, pero que tengas que reafirmarte contándolo en la peluquería ocho meses después de la boda me parece triste. Qué queréis que os diga, más que indignada – que un poquito también – cuando me he levantado del lavabo, estaba desmoralizada.

Que en pleno siglo XXI, en un día como hoy, donde se puede hablar de tantas cosas – de libros por ejemplo –, llegue una tía con estudios y – para que no queden dudas – guapetona también, y protagonice semejante escena de exaltación del soy “Señora de” me ha roto los esquemas. Si al final va a resultar que Zapatero es un visionario, verás.

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