miércoles, 5 de marzo de 2008

Un ciudadano modelo

Por razones que ahora no vienen al caso (como nos pille un inspector de trabajo se va a cagar la culebrita) mi amiga Meripeich se ha visto obligada esta mañana a buscar una cosa en la salida de seguridad de la tercera (y última) planta de la oficina. Quede claro de antemano que ella lo ha hecho con el beneplácito de nuestro director de seguridad en funciones, por lo que, ni corta ni perezosa, ha accionado la manilla y se ha introducido en el descansillo de la escalera de emergencia. Con tan mala suerte, que la puerta se ha cerrado tras ella y se ha quedado encerrada. Después de un primer momento pánico - ese que todos hubiéramos tenido – ha decidido lanzarse a la acción; vamos, que se ha puesto a gritar, “ayudadme, por favor, que me he quedado encerrada”.

Mientras lo gritaba, al otro lado de la puerta oía alto y claro la voz de un compañero hablando por el móvil. Como por más que gritaba y pedía ayuda, Mr. Smiley parecía no darse por aludido, Meripeich se ha recompuesto y ha cambiado de táctica. Con éxito, porque, como era de esperar, al final de la escalera de emergencia... estaba la calle. Así que, una vez fuera de la trampa, se ha armado de valor – y del director de seguridad en funciones – y ha vuelto a subir para coger lo que tenía que coger.

Al llegar arriba se han encontrado con que, junto a la puerta, seguía Mr. Smiley con su eterna simpatía: “¿Qué tal Meripeich? ¿Sabes que esa puerta no se puede abrir?”. Después de flipar y pensar “¡¡¡¡¿¿perdona??!!!!”, Meripeich le ha contestado: “claro Mr. Smiley, lo sé – eso y leer también - pero es que tengo que coger algo de ahí dentro”. Y él ha insistido: “ya pero es que esa puerta no se puede abir”. Entonces, no sin cierto susto, ella ha formulado la pregunta del millón: “¿me has oído cuando pedía ayuda?”. A lo que Mr. Smiley ha contestado: “claro, gritabas muy alto”. “¿Y no me has abierto?” – ha flipao ella – “es que esa puerta no se puede abrir, lo pone en el cartel” – ha dicho él.

Un ciudadano modelo. Eso es lo primero que he pensado cuando Meripeich me lo ha contado. De los que no quedan. De esos que ven un cartel y lo respetan. De esos que ven a alguien ahogarse y no se tiran porque al lado del muelle hay un cartel donde se lee: “prohibido el baño”.

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