jueves, 8 de octubre de 2009

No hay sitio para mi

No es que no tenga mi cama, no es que no me hayan hecho hueco en los armarios, tampoco que no encuentre sitio para aparcar, es sólo que... no me veo. Desde que he vuelto, miro a mi alrededor y no me veo. Antes, cuando venía de visita, sentía justo lo contrario, llegaba a la entrada de mi pueblo y estaba en casa. El olor a mar, los baretos de siempre casi vacíos a esas horas, alguna tienda nueva de cuando en cuando, una agenda repletita para las vacaciones o el fin de semana... era mi casa.

Menos el olor a mar, desde hace quince días el resto es justo lo contrario. No voy de bares – el finde todo el mundo te hace un hueco pero entre semana... -, no voy de tiendas – como no sé dónde voy a pasar el invierno no puedo renovar armario de momento -, mi agenda ni está ni se la espera, y todo lo que antes me recordaba que estaba en casa ahora me lo pasa por las narices.

Como esos vecinos, que antes se asomaban a la ventana al oír el coche y te sonreían, y ahora se asoman y cotillean. Algunos te miran fijamente como intentando adivinar qué ha pasado para que estés aquí un 6 de octubre, otros, los más lanzaos, te resumen cuántos días llevas sin coger tu coche y robándoselo a tu padre. A juzgar por su cara de lástima estos son los más informaos: indica que saben que estoy en paro y que creen que estoy “ahorrando en gasolina”. Y luego está caso-aparte, o lo que es lo mismo, la vecina del cuarto. Ésta, que lleva diciéndome que a ver cuándo vuelvo los 17 años que hacía que me fui a Madrid, directamente cantó victoria al grito de “Bienvenida al pueblo”. Siento tener que reconocerlo aquí y ahora pero creo que mi: “Sí, bueno, a ver si no es por mucho tiempo”, ha sido la frase más borde que he soltao en mis 35 años de vida. Tremendo. Hasta mi madre me dijo que por el mismo precio podría haber sido un poco más amable...

Todo esto por no comentar esas tardes en las que te asomas a la ventana y debajo de tus narices encuentras un despliegue de amistades imposibles que, por obra y gracia de la maternidad, se han materializado en los bancos del parque de enfrente de tu casa. Porque, que esa o aquella que tú no sabías ni que salían de casa, hayan salido y se hayan reproducido... vaya... pero que esa y aquella sean amigas, eso se escapa a tu entendimiento, lo malo es que te das cuenta que es sólo al tuyo, que allí al personal le parece normal.

Y en ese momento te preguntas, ¿me habré quedado anclada en el tiempo?, ¿si vives aquí hacer eso es estrictamente necesario?, ¿sería yo capaz de hacerlo? Y ves que no. Que quizá si no te hubieras ido nunca, te hubieras adaptado, pero ahora es demasiado tarde, ves que si eso es lo que hay que hacer, aquí ya no hay sitio para ti.

Pero, ¿veis ese pueblo que hay en la foto? A mi me gusta. Me gusta ir ahí (venir aquí). Me gusta ser de aquí. Me gusta presumir de que lo soy...

Necesito irme, para poder volver.

pd. pinchad sobre la foto, please :)

2 comentarios:

Mblue dijo...

Negra, veo gris en todos los espacios de tu texto y no me gusta. Intenta mirar por la ventana pensando que quizá los demás no se fijen en lo que tú ves, que aquellos a los que tú les hueles el cotilleo por cada poro se van para casa y a los dos segundos ya no se acuerdan que te vieron un 6 de octubre en el pueblo. La gente tiene su micromundo y tú también, ahora un poco "desordenado" en el tiempo y el espacio, pero lo tienes. No estás acostumbrada a la rutina del pueblo, pero sólo es eso, porque los rincones de ese lugar también forman parte de tu micromundo y lo sabes. Ya verás como todo va cogiendo forma y vuelve a ordenarse poco a poco. En tu mundo seguimos estando todos los que te queremos (allí y aquí), tus ideas, tus ilusiones, tus sentimientos, tus historias de lavabo, nuestras cenas estacionales y todas las risas que nos quedan por compartir bonita... Es sólo cuestión de tiempo y de tener un plan. Tú ya has empezado a diseñarlo :-)

Api dijo...

La A1, negra, la A1, que lo mismo te trae a Madrid que te acerca al desvío de la carretera de Barajas.