Hoy una amiga de Api y mía – y lectora, aunque ahora tendrá menos tiempo para bajar al cyber – ha tenido un hijo. Cuatro kilos de niño con “pinta de estar muy enfadado por los morros que pone” según descripción de la madre de la criatura. Me he puesto bien contenta, por mi amiga y su chico, claro, y porque a mi los niños me gustan – sí lo sé, nadie lo diría con lo que ladro, pero no es contra los niños, es contra las madres que, una vez que se convierten en tales, se vuelven monotemáticas en la conversación -. Yo, cuando veo bebés, me pongo contenta, qué le vamos a hacer, y no es por el reloj biológico, de momento mucha parte de la alegría se debe a que los susodichos no son míos.No os contaría todo esto si no fuera porque, casualmente, unas horas después de enterarme del feliz acontecimiento, Isabel San Sebastián salía en el Telediario diciendo que si se aprueba la nueva ley del aborto, en este país las mujeres no van a poder tener hijos. Sólo una perla más que, con las demás que se han escuchado en la manifestación contra el aborto de hoy – como la de que España entera piensa igual -, forman tremendo collar.
Estos señores, y señoras, y niños, y niñas, que se han manifestado hoy tienen todo el derecho a hacerlo. Por suerte para ellos son igual de españoles que yo y disfrutan de la misma democracia que mi menda. Lo que no pueden es mentir, porque eso no está bien ni en España ni en Cuba*, y decir que una mujer española que quiera tener un hijo no puede hacerlo es una mentira, y gorda.
Porque digo yo, que el gobierno (al que, aclaro, no voté) amplíe los plazos y situaciones los que una mujer puede decidir si quiere abortar es una cosa, y no permitirte quedarte embarazada es otra. Afortunadamente para las mujeres, hace tiempo que la planificación familiar es más o menos fácil de manejar. Siempre surgen imprevistos, sorpresas y desilusiones. El no querer y poder, y el poder y no querer. El condón que se rompe y el embarazo que no llega. Pero eso, no es ni más ni menos que la vida, cosas que pasan y otras que no, y si cualquiera de nosotras quiere tener un hijo, antes o después, lo consigue.
Sin embargo, hoy hemos tenido que oír cómo decían que eso no es verdad mientras ondeaban banderas españolas y afirmaban que el mogollón de gente que había allí (2 millones según los convocantes, 250 mil según la policía, 1 millón 200 mil según la Comunidad de Madrid) era sólo un pequeño ejemplo de lo que piensa toda España. Desde aquí, aunque nunca lo leerán, les voy a decir una cosita: si no les importa, no hablen en mi nombre. Yo, tan española como cualquiera de los que estaban allí con la bandera en la mano, no sólo no comparto su opinión sino que me pregunto qué pasaría si todos los que no lo hacemos saliésemos a la calle.
Este es el verdadero problema de esta gente: se consideran en poder de la verdad absoluta. Eso y que desconocen que el respeto es algo de ida y vuelta. Yo te respeto a ti, respétame tú a mi. Yo no te obligo a nada, no me obligues tú a mi. Yo no te prohíbo nada, no me lo prohíbas tú a mi.
¿Defender el derecho a la vida? Claro que sí. Yo defiendo la vida, y lo hago empezando por la mía, con mis creencias, mis valores, mis convicciones y mi conciencia. Y mis creencias, mis valores, mis convicciones y mi conciencia a mi me permiten defender el aborto libre para quien así lo decida. Porque creo en la vida de todos y cada uno, no en la de unos pocos.
*Lo siento, mientras escribo esto mi madre está viendo “Más se perdió en Cuba” en Intereconomía y me ha ha salido así...
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