lunes, 9 de mayo de 2011

Se me olvidó que te olvidé


- ¿No me olvidarás jamás? – me preguntó en un susurro.
- Jamás te olvidaré. No podría hacerlo.


"Tokio Blues"
Haruki Murakami

Ayer fue el cumple de mi ex y yo casi pego un bote en la cama del susto cuando al ir a poner el despertador - uso el móvil viejo - vi una alerta en pantalla recordándomelo. No la había oído sonar durante el día y al verla me asusté. Pero no porque había pasado el día y estaba quedando fatal, no. Me asusté porque, durante un par de segundos, no recordaba quién era ese tío al que yo debía felicitar porque le caían 35.

La hora – 3.30 h. -, el sueño y el cansancio seguro que tuvieron mucho que ver, pero... no recordar quién era me impactó. No sé si lo habéis hecho alguna vez, pero es que a éste yo le había asegurado que no le olvidaría nunca.

Al final va a ser que le mentí...

viernes, 6 de mayo de 2011

Piando, que es gerundio

Publica Don Federiko un post titulado El Pajarillo en el que hace una – en mi modesta opinión – muy acertada caricatura del uso que la mayoría de nosotros (y me incluyo) hacemos de Twitter.

El caso es que yo también pío de vez en cuando en dicha red social y, aunque intento controlarme, confieso que saca lo más cotilla de mi. Antes lo hacía en Facebook, y de hecho me sigue gustando hacerlo de cuando en cuando aunque lo hago menos que antes porque me roba mucho tiempo, pero Twitter es más rápido, más de aquí te pillo aquí te mato. Cualquier ratito de espera es bueno para abrir la jaula – cómodamente instalada en mi teléfono móvil – y oír al pajarito cantar o silbar tú misma.

Como le contaba a Don Federiko acerca de su visión, me he dado cuenta de que, a pesar de haberme pasado el invierno viendo las múltiples ventajas que las redes sociales ofrecen como medio de comunicación, comunidad de ayuda, etc, etc, lo que más me pone a mi de Twitter no son ni las ofertas de trabajo – algunas de mis mejores entrevistas han salido de ahí -, ni los grandes conocimientos recibo a través de ellas, lo que más me gusta del mundo mundial es ver los partidos del Madrid a través de la Conexión Vallekana. Señoras, señores... la tercera dimensión del fútbol nada tiene que ver con los televisores HD, la tercera dimensión del fútbol es ver los partidos con el Twitter abierto. El MerengueVallekano y sus aledaños son lo mejor; pero si eso lo aderezas con tu profesor de posgrado con los papeles totalmente perdidos; esa compañera culé que te cae tan bien y te da taaanta cera; el mogollón de tweets en catalán que te deben estar poniendo verde pero a ti plín, porque no te enteras; la falta total de objetividad del otro, que jura que es del Athletic, pero debe ser que el Nervión pasa por las mismitas Ramblas; ese otro al que sigues aunque no le conozcas de nada porque resulta que es super ingenioso y al final también resulta que es blanco nuclear; y cómo no, todos los que odian el fútbol, pero no pierden nunca la oportunidad de recordártelo en medio del partido (que pa no gustarles, controlan el calendario de la Champions mejor que yo, vaya)... todo eso, como os decía, me pone.

Que luego están los gurús y sus teorías, sí. Que a veces tengo conversaciones en las que parece que, efectivamente, al final va a ser verdad eso de que en el mundo hay dos tipos de personas – en este caso las que twittean y las que no – y a mí misma me resulta ridículo, sí. Pero que yo creo que en el fondo el Twitter triunfa porque, en general, a los humanos nos gusta mucho píar y muchas veces hacerlo de más (que se lo digan a Bisbal), pues también.

Al final me parece a mi que, como le dijo áquel a Api antes de lanzarse en tirolina por una pendiente de más de 2000 metros:
- Pío.
Y cuando ella le preguntó por qué decía eso, él – muy sabiamente – le contestó:
- Para que no digan de mi aquello de “el pobre se murió sin decir ni pío”.

Pues eso.

jueves, 28 de abril de 2011

Mi vena nacionalista

Si me lo llegan a contar hace unos años no me lo creo, pero aquí está y tengo que aceptarla como propia: a mi también me duele España. Pero no, no os asustéis, no me pareció bien que en la Copa del Rey la afición del Madrid cantara “Que viva España” como si el equipo de enfrente no fuera español y no tuviera a más de media selección campeona del mundo en sus filas, no, no he cambiado tanto. Lo que me molesta – y mucho – es el desprecio europeo en general hacia España o, para ser más concretos, hacia la forma de trabajar española.

En mi etapa irlandesa me cansé de oír lo impuntuales, vagos e informales que éramos los españoles y los italianos (prácticamente les parecemos todos iguales), les encantaba repertirlo a cada nueva hornada de estudiantes: “aquí empezamos a las nueve, y eso significa las nueve en punto de la mañana, y esto va por los españoles y los italianos”. Así, literalmente. Yo creo que, en su nube de superioridad, pensaban que nuestras impuntuales mentes no captaban la mala educación del asunto, pero bueno, todo iba bien hasta que, a la semana y media de vivir allí, te dabas cuenta de que ellos eran aún más impuntuales, vagos e informales que cualquiera de nosotros. Nunca he visto un sitio más informal que tanto presuma de lo contrario, porque aquí somos informales, pero no vamos de otra cosa.

Viene a cuento contarlo ahora porque en los últimos días he estado a punto de aceptar una oferta de trabajo en Salzburgo. Seis semanas de prácticas – ¡a mi edad! – pero con vistas a quedarse y en unos meses estar de vuelta en España para abrir oficina aquí. Entrevista por skype, agrado mutuo y oferta. Todo bien hasta que, llamadme rara, antes de sacarme el billete y reservar pensión, pregunté los detalles prácticos del asunto: tipo de contrato, idioma en el que estaría redactado, sueldo ahora y sueldo después, ciudad de España en la que se iba a abrir la oficina...

Que aún no hubiera pensado en qué ciudad española iba a abrir la supuesta oficina; que haya fijado mi futuro sueldo sobre la marcha y encima fuera bajo; o que a mi pregunta sobre en qué idioma me iba a dar el contrato – habla perfectamente español – me respondiera prácticamente con un está en alemán pero no me apetece traducirlo al español así que he pensado que te escribo una cosa corta, una hoja, y ya está, es casi lo de menos. Lo de más es que, con ese panorama, se permitió el lujo de decir que entendía que desde mi punto de vista el tipo de contrato importaba mucho porque “vienes de un país donde – como es mi impresión – el trato al los empleados no siempre es el mejor”. Así, sin despeinarse.

Que el tío quiera emplear de becaria a una tía que acabó la universidad en el año 96 para pagarla una mierda y, consecuentemente, escribirla el contrato en un trozo de papel higiénico tiene que ser de fiar porque es papel del váter austriaco, pero que la tía – en este caso yo – pregunte qué coño va a firmar es desconfianza lógica teniendo en cuenta que es from Spain, ese país subdesarrollado y salvaje.

De germanos vagos acabé yo hasta las narices en mi viejo trabajo, así que con su brot se lo coman los austriacos. O como dijo aquel... bye, bye, a tomar por culo por ahi (*).


(*) Léase “ay”, sin tilde, que es como decimos ahí en mi tierra y que es también lo que facilita la rima en este caso.

martes, 22 de marzo de 2011

Cantabria is different

Leo la noticia en el periódico, me da la risa y lo primero que pienso es eso, “Cantabria is different”. Me vengo al ordenador para contároslo y leo que el último comentario que han hecho sobre la noticia en www.eldiariomontanes.es reza “Spain is different”, y me vuelve a dar la risa.

Roban 50 metros de carretera en Mogro” ese es el titular. Sí, habéis leído bien, han robado la carretera. Hace dos días estaba y ahora no está... ¡¡tachááááán!! Ni rastro del asfalto recién echadito. ¿Qué hacen falta un camión y una pala para llevárselo? Sí, pero sólo un vecino vio un camión y una minipala pero como explica el señor alcalde “la lástima es que penaba que eran trabajadores de la obra y no hizo nada”. Una lástima, sí.

Pero lo mejor de la noticia no es eso, lo mejor son las declaraciones del señor alcalde acusando a los ladrones de haberle “amargado el fin de semana” (pobre...) llevándose la carretera de acceso a esta playa, paraje “de bella factura” (algo me dice que el periodista que firma la noticia se ha reído escribiéndola más que yo leyéndola...); avanzando hipótesis con las causas que han provocado el robo: “es una pataleta sin sentido de algún vecino, posiblemente, descontento con la obra” (¿descontento?, ¿en serio?); y, lo mejor, sacando enseñanzas de la experiencia vivida: “sabía que se podían robar muchas cosas, pero no una carretera. Con esto he aprendido que el asfalto también se puede sustraer” (ahí queda eso).

¿Qué os parece la perla? Y pensabais que Revilla era lo más original que esta región iba a dar al mundo...



pd. Os dejo el enlace por si queréis leerlo entero y comprobar que no me lo he inventado, no os perdáis la explicación de un tal Chema y su teoría del museo espacial...

sábado, 12 de marzo de 2011

¿Nunca lo has pensado?

Podría haberla leído en “El Caso” (¿se publica aún?) pero lo vi en Twitter. El caso es que cuando acabé de leerlo, en lugar de horrorizarme por la absurda razón que llevó al colgao éste a darle doce puñaladas al pobre informático lo primero que pensé fue: “joder, pues sí que le tenía hasta los cojones, sí”. Y me quedé tan ancha.

Me duró un par de minutos. Luego caí en que doce puñaladas te matan y volví en mi. Pero por un momento me acordé (y esto quizá os lo haya contando ya) de aquellos viajes mi pueblo-Madrid del año 93. Cinco personas y ocho maletas en un 205 contigo-al-fin-del-mundo, la autovía sin terminar, carretera de 2 carriles para subir Somosierra y mi vecino (conductor y propietario del vehículo) preguntando si alguien había visto cuánto quedaba cada vez que la distancia acababa en cinco. La rima os la sabéis. Lo que no adivináis es que yo fui la torda que cumplidamente respondió a la pregunta en todas las ocasiones menos en una, y en 400 km esas no son muchas veces, son demasiadas, creedme.

Y no lo digo por rencor, no. Lo digo porque en esos 400 km (y entre 6 y 7 horas de viaje), una sola vez mi hermano mayor – que también estaba en el coche y que ejerce de tal pocas veces, pero cuando lo hace, lo hace bien – de repente se puso a hablar de que él la semana anterior había ido a un restaurante italiano y que estaba todo buenísimo. Contó varios detalles de esto y lo otro y luego, como que no quiere la cosa, dijo: “y yo me pedí unos de esos, ¿cómo se llaman, que ahora no me sale la palabra?, esos que son como la lasaña pero redondos, rellenos de carne picada?”. Y mi vecino, que además de muy bromista también es un gran tragón, soltó raudo y veloz: “canelones”. Esta rima también os la sabéis, pero el cabreo que se pilló el graciosillo de mi vecino, ni lo sospecháis.

Yo, que intento ser una señora siempre que puedo, a pesar de mis 19 recién cumplidos con su posible tendencia a la venganza adolescente, no hice sangre. Me reí como primera reacción - igual que los otros tres pasajeros -, pero después callada, que estoy más guapa. Fijo que no tanto como una docena de puñaladas pero le dolió, y aunque el arma no la manejaba yo, lo hizo “la familia” al más puro estilo El Padrino.

Una vez frente a.... ¿treinta, cuarenta?... por ahí, y estuvo enfadado y con morro hasta que llegamos a Madrid dos horas después. Y no es sólo él, el especimen graciosillus repelentus repetitivus suele tener mal perder cuando se les hace probar su propia medicina.

Por eso creo que la última frase, ese “el agresor ha declarado desde la cárcel que su compañero le ‘estaba hartando con sus tonterías’”, fue la que me hizo “entenderle”. Porque, por muy tranquilos que seamos, por muy pacientes que nos mostremos, por mucho que vivamos en sociedad y cumplamos sus reglas de educación y cortesía, por mucho que nos controlemos... ¿nunca habéis tenido ganas de pegar a alguien por tocaros las pelotas?

domingo, 27 de febrero de 2011

Pierdo la cabeza...

Acabo de pasarme hora y cuarto conectada a una videocon- ferencia del curso que estoy haciendo y, el profesor me ha caído entre bien y muy bien, y su voz... bueno, que nada más terminar me he puesto a buscar a ver si el tío está también bien o no.

Como su imagen del Twitter es una caricatura, pues parece un tío gordito, con perilla y gafas, castaño-arrubiado... una especie de oso amoroso del que estaba dispuesta a enamorarme (virtualmente, se entiende).

Pero al buscarle, resulta que el tío es más moreno, más alto, más delgado y más guapo de lo que me esperaba, y voy yo y lo primero que pienso es “pues vaya :( ” y claro, después lo he pensado otra vez y me he dado cuenta de que, definitivamente, estoy perdiendo la cabeza.

lunes, 14 de febrero de 2011

Cuatro años ya...

Hace un par de años, tal día como hoy, desvelaban los científicos que el amor dura máximo cuatro años y se caracteriza por ser un "estado demencial temporal” y que estar enamorado es comparable a un estado “obsesivo compulsivo”.


Hace cuatro años, tal día como hoy, a nosotras se nos ocurría empezar esto. Así que, si después de hoy seguís celebrando este 14 de febrero con nosotras, vosotros estaréis oficialmente enfermos y nosotras eternamente agradecidas...

Vuestras,
Api & LaNegra.

jueves, 10 de febrero de 2011

El olor, ese gran desconocido

Los que me conocéis personalmente lo sabéis, a los que no, os lo cuento. Yo siempre he dicho que llevo la nariz para estorbar: es grande, moquea 9 meses al año (cuando no estoy resfriada tengo alergia) y, habitualmente, no huelo nada.

Todo eso se traduce básicamente en que no llevo (y sospecho que ya nunca lo haré) el piercing a lo Lisa Bonet con el que siempre he soñado, que casi siempre me olvido de echarme colonia (no lo aprecio apenas), y que es peligroso confiarme el cuidado de la piel de los bebés (no huelo que se han cagao ni teniéndolos en brazos).

Vivir prácticamente sin un sentido es raro a veces. Lo echas de menos cuando intentas – sin demasiado éxito – catar un vino, o cuando pasa un tío estupendo y alguna de tus amigas dice eso de “y encima huele bien” o cuando tu madre está haciendo bizcocho. Pero también te alegras de no tenerlo muy afinado cuando pasas cerca de un cubo de basura o estás en el metro en hora punta. No sé, como nunca lo he tenido, no lo echo demasiado de menos. Alguna rara vez que huelo mucho (días contados y por una enfermedad que me hace tener síntomas de embarazada), la sensación es tan intensa que me desconcierta. No sé cómo interpretar tanta información, así que, por purita costumbre, casi prefiero no oler apenas. Pero el otro día me ha pasado algo que me ha hecho darme cuenta de que esa falta de olfato me hace, no tanto perderme cosas, como verlas desde otra perspectiva.

Estaba con M en su casa y había allí un ramo de flores frescas. Su cumple fue hace 10 días, así que las flores estaban empezando a marchitarse, aunque aún aguantaban el tipo. Pasábamos por al lado y yo ni las miré (y menos olerlas, claro), pero ella de repente dijo: “lo único malo de que te regalen flores frescas ¿ya sabes qué es, no?”. Yo la miré sin comprender y ella solita se autorespondió: “claro, no, tú no lo sabes porque no hueles nada”. Seguí sin comprender y me dijo: “huelen a muerto”. Inmediatamente me vino a la cabeza la imagen de un cementerio lleno de flores marchitas. A mi sola jamás se me hubiera ocurrido esa idea. Y entonces me di cuenta de que para mi las flores no son algo que huele bien, son sólo... bonitas.

Es una tontería, pero desde entonces no dejo de darle vueltas a una cosa: hay ideas a las que nunca llegaré sola. ¿Raro, no?