lunes, 24 de noviembre de 2008

Táctica y estrategia

Desde que tenía 15 años mi mejor amiga me dice aquello de que para ligar tengo que seguir una táctica. La suya es “engañarle un poco” porque según ella, “para cuando se da cuenta de que era mentira ya está enamorado de ti y el asunto está resuelto”. Yo llevo 20 años diciéndole que a mi eso, no me sale, así que ella, en su desesperación por no haberme colocao, me sugiere como segunda táctica la de “hazte un poco la tonta tía, que eso no es tan difícil”.

Y yo, aunque con éxito desigual, pues lo intento. Más que la tonta, así como que no quiere la cosa alguna vez me he hecho la despistada y, como en realidad lo soy, pues el papel de “uy, qué despiste” casi lo bordo. Con esa táctica he conseguido algún que otro trofeo digno de mención, aunque he de reconocer que en el 90% de las ocasiones el despiste empezó siendo verdadero, a medio camino me di cuenta de que podía aprovecharlo y lo hice. Así que... sólo medio punto a mi favor.

La otra táctica que he practicado alguna vez es esa tan tontona de dar por hecho cosas para que te las desmientan... o no. Sí, es lo que estáis pensando. Tú sueltas ese “¿y tu novia qué dice?” y mientras cruzas los dedos de los pies para que él diga aquello de “pues nada, porque no la tengo”. Y ahí ya... te encomiendas y, según el grado de valentía (tuya) y embriaguez (de ambas partes), haces lo que buenamente puedas.

Lo que ocurre es que esta última estrategia una vez me salió rana. En plena ebullición alcohólica de fiestas patronales, me encontré con un antiguo compañero de instituto con el que nunca me enrollé más por falta de ganas que por falta de ocasiones. El caso es que, años y litros de calimocho después, una noche me entró curiosité de la mala. De esa de... “¿y a éste, porque no me lo follé yo cuando pude?” y me arrimé y se dejó. Pero yo, en mi infinita torpeza, en lugar de seguir arrimando, cometí el error de seguir pensando, y claro pensé que a lo mejor tenía novia. Pero esa noche, en lugar de seguir mi habitual máxima de “el que tiene novia es él”, me dio por usar la vieja táctica: “¿y tu novia qué dice?”. Y él decidió cobrarse en una sola todas las noches de aquel verano que me esperó en la puerta del bar donde yo curraba para que al final, nunca me fuera con él. Me miró, puso sonrisa condescendiente y dijo: “mira LaNegra, cómo se quiere enterar disimuladamente de si tengo novia”.

Nunca, nunca, nunca me había sentido tan ridícula. Pasé uno de los peores momentos de mi vida. El calimocho se me bajó a los pies y el subidón un poquito más abajo. Supongo que eso debe ser la humillación. Por eso, desde esa noche de septiembre, no he vuelto a usar esa táctica. Por eso, cuando Api me la ha sugerido esta tarde, he dicho no. Porque recuerdo el ridículo como si fuera hoy. Definitivamente, las tácticas no son para mi. Tendré que probar con las estrategias...

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