sábado, 17 de octubre de 2009

Derecho a la vida

Hoy una amiga de Api y mía – y lectora, aunque ahora tendrá menos tiempo para bajar al cyber – ha tenido un hijo. Cuatro kilos de niño con “pinta de estar muy enfadado por los morros que pone” según descripción de la madre de la criatura. Me he puesto bien contenta, por mi amiga y su chico, claro, y porque a mi los niños me gustan – sí lo sé, nadie lo diría con lo que ladro, pero no es contra los niños, es contra las madres que, una vez que se convierten en tales, se vuelven monotemáticas en la conversación -. Yo, cuando veo bebés, me pongo contenta, qué le vamos a hacer, y no es por el reloj biológico, de momento mucha parte de la alegría se debe a que los susodichos no son míos.

No os contaría todo esto si no fuera porque, casualmente, unas horas después de enterarme del feliz acontecimiento, Isabel San Sebastián salía en el Telediario diciendo que si se aprueba la nueva ley del aborto, en este país las mujeres no van a poder tener hijos. Sólo una perla más que, con las demás que se han escuchado en la manifestación contra el aborto de hoy – como la de que España entera piensa igual -, forman tremendo collar.

Estos señores, y señoras, y niños, y niñas, que se han manifestado hoy tienen todo el derecho a hacerlo. Por suerte para ellos son igual de españoles que yo y disfrutan de la misma democracia que mi menda. Lo que no pueden es mentir, porque eso no está bien ni en España ni en Cuba*, y decir que una mujer española que quiera tener un hijo no puede hacerlo es una mentira, y gorda.

Porque digo yo, que el gobierno (al que, aclaro, no voté) amplíe los plazos y situaciones los que una mujer puede decidir si quiere abortar es una cosa, y no permitirte quedarte embarazada es otra. Afortunadamente para las mujeres, hace tiempo que la planificación familiar es más o menos fácil de manejar. Siempre surgen imprevistos, sorpresas y desilusiones. El no querer y poder, y el poder y no querer. El condón que se rompe y el embarazo que no llega. Pero eso, no es ni más ni menos que la vida, cosas que pasan y otras que no, y si cualquiera de nosotras quiere tener un hijo, antes o después, lo consigue.

Sin embargo, hoy hemos tenido que oír cómo decían que eso no es verdad mientras ondeaban banderas españolas y afirmaban que el mogollón de gente que había allí (2 millones según los convocantes, 250 mil según la policía, 1 millón 200 mil según la Comunidad de Madrid) era sólo un pequeño ejemplo de lo que piensa toda España. Desde aquí, aunque nunca lo leerán, les voy a decir una cosita: si no les importa, no hablen en mi nombre. Yo, tan española como cualquiera de los que estaban allí con la bandera en la mano, no sólo no comparto su opinión sino que me pregunto qué pasaría si todos los que no lo hacemos saliésemos a la calle.

Este es el verdadero problema de esta gente: se consideran en poder de la verdad absoluta. Eso y que desconocen que el respeto es algo de ida y vuelta. Yo te respeto a ti, respétame tú a mi. Yo no te obligo a nada, no me obligues tú a mi. Yo no te prohíbo nada, no me lo prohíbas tú a mi.

¿Defender el derecho a la vida? Claro que sí. Yo defiendo la vida, y lo hago empezando por la mía, con mis creencias, mis valores, mis convicciones y mi conciencia. Y mis creencias, mis valores, mis convicciones y mi conciencia a mi me permiten defender el aborto libre para quien así lo decida. Porque creo en la vida de todos y cada uno, no en la de unos pocos.



*Lo siento, mientras escribo esto mi madre está viendo “Más se perdió en Cuba” en Intereconomía y me ha ha salido así...

jueves, 8 de octubre de 2009

No hay sitio para mi

No es que no tenga mi cama, no es que no me hayan hecho hueco en los armarios, tampoco que no encuentre sitio para aparcar, es sólo que... no me veo. Desde que he vuelto, miro a mi alrededor y no me veo. Antes, cuando venía de visita, sentía justo lo contrario, llegaba a la entrada de mi pueblo y estaba en casa. El olor a mar, los baretos de siempre casi vacíos a esas horas, alguna tienda nueva de cuando en cuando, una agenda repletita para las vacaciones o el fin de semana... era mi casa.

Menos el olor a mar, desde hace quince días el resto es justo lo contrario. No voy de bares – el finde todo el mundo te hace un hueco pero entre semana... -, no voy de tiendas – como no sé dónde voy a pasar el invierno no puedo renovar armario de momento -, mi agenda ni está ni se la espera, y todo lo que antes me recordaba que estaba en casa ahora me lo pasa por las narices.

Como esos vecinos, que antes se asomaban a la ventana al oír el coche y te sonreían, y ahora se asoman y cotillean. Algunos te miran fijamente como intentando adivinar qué ha pasado para que estés aquí un 6 de octubre, otros, los más lanzaos, te resumen cuántos días llevas sin coger tu coche y robándoselo a tu padre. A juzgar por su cara de lástima estos son los más informaos: indica que saben que estoy en paro y que creen que estoy “ahorrando en gasolina”. Y luego está caso-aparte, o lo que es lo mismo, la vecina del cuarto. Ésta, que lleva diciéndome que a ver cuándo vuelvo los 17 años que hacía que me fui a Madrid, directamente cantó victoria al grito de “Bienvenida al pueblo”. Siento tener que reconocerlo aquí y ahora pero creo que mi: “Sí, bueno, a ver si no es por mucho tiempo”, ha sido la frase más borde que he soltao en mis 35 años de vida. Tremendo. Hasta mi madre me dijo que por el mismo precio podría haber sido un poco más amable...

Todo esto por no comentar esas tardes en las que te asomas a la ventana y debajo de tus narices encuentras un despliegue de amistades imposibles que, por obra y gracia de la maternidad, se han materializado en los bancos del parque de enfrente de tu casa. Porque, que esa o aquella que tú no sabías ni que salían de casa, hayan salido y se hayan reproducido... vaya... pero que esa y aquella sean amigas, eso se escapa a tu entendimiento, lo malo es que te das cuenta que es sólo al tuyo, que allí al personal le parece normal.

Y en ese momento te preguntas, ¿me habré quedado anclada en el tiempo?, ¿si vives aquí hacer eso es estrictamente necesario?, ¿sería yo capaz de hacerlo? Y ves que no. Que quizá si no te hubieras ido nunca, te hubieras adaptado, pero ahora es demasiado tarde, ves que si eso es lo que hay que hacer, aquí ya no hay sitio para ti.

Pero, ¿veis ese pueblo que hay en la foto? A mi me gusta. Me gusta ir ahí (venir aquí). Me gusta ser de aquí. Me gusta presumir de que lo soy...

Necesito irme, para poder volver.

pd. pinchad sobre la foto, please :)

lunes, 5 de octubre de 2009

Año de crisis, año de bodas

Este sábado, con la quinta boda del año (yo pensaba que eran seis, pero he hecho bien la cuenta y son cinco porque a una no fui) he terminado la temporada de bodas 2009. Lo primero tengo que decir que ha sido un buen colofón.
Las he tenido de todos los pelajes: en histórico monasterio de la castilla-león profunda con ágape en recio restaurante ad hoc; en una casposa y fea iglesia de Madrid compensada con una cena de canapés de pie en la terraza de uno de los hoteles más cool de la capital; en las periferias sureñas de madrid, otra vez en castilla-león, menos recia en una fiesta celebrada dos meses después de la contracción de los novios... y la última y, para mí, más divertida de todas: boda en ayuntamiento bonito, con agur jaunak incluido, y fiesta ¡¡durante quince horas!! con aperitivo, comida y cena, y vengan copas. Hay cosas que se repiten en algunas de ellas: he ido a dos con cura y a dos con drag queen en la celebración. En las de cura no ha habido luego drag queen. También estuve invitada a una que se celebraba encima de la arena de Caños de Meca, pero 1.500 km para chancletear se me hacían demasiados. En esa sé que no había cura, y calculo que una drag queen en el faro de Trafalgar tampoco.

Tengo un sentimiento encontrado con las bodas. Por un lado me dan la pereza de la muerte (tanto pensar en organizarlas como prepararme para asistir), pero reconozco que cuando están bien montadas la fiesta merece la pena. Cuando son un mero trámite, en mi opinión, se nota, se da cuenta todo el mundo y se aburren hasta los novios. Y de esas también hay.